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Rolera profesional desde los 10/11 años. Escritora. Superviviente de Raccoon City. Yo ayudé a Link para salvar a la Princesa Zelda. Tengo la nariz de Voldemort. Loba en busca del paraíso. Amante incondicional del Yaoi. Suke ♥.
lunes, 22 de julio de 2013
Hay una brecha muy grande entre la lógica y el instinto animal. Ser un licántropo sólo hacía las cosas más difíciles…  Y a Jeff le costaba pensar con la cabeza fría. Aun pensando en las consecuencias de sacar a la luz su apariencia bestial, lo hizo. Con un único propósito: salvar al hijo del capitán Backus, la persona más cercana que tenía, el cual permanecía fuera de vida. 
Como cada vez que se transformaba el lobo instintivo y cazador lucía sus habilidades. La ira por ver una injusticia tal y como era la esclavitud había conseguido despertar a una bestia que permanecía dormida años en un cuerpo humano. Y posiblemente, Jeff perdiese el control. Pero no lo haría, al menos no del todo. Los presentes de Dexeria Oeste gritaron asustados al ver aquel enorme lobo blanco avanzar mientras gruñía. Pero eso no le importó. Sus ojos grises estaban clavados en el comerciante de esclavos, que le miraba con una mezcla de horror y asombro. Gruñó con más fuerza, sin reparar en que el joven medio gato lanzaba miradas aterrorizadas y temblaba sin parar.
El único pensamiento de Jeff era desgarrar la blanda piel del desgraciado entre sus garras. Y acallar los gritos de dolor con sus colmillos. Corrió dejando escapar un ladrido de su garganta, directo a cerrar sus fauces en el mejor blanco: el cuello. Sin embargo, el hombre consiguió apartarse un poco en un acto reflejo, no sin gritar de horror. Eso no evitó que los colmillos del lobo se clavasen en la piel, exactamente en el hombro. El comerciante aulló de dolor, pidiendo ayuda a gritos. Jeff apretó la mandíbula, para deslizar los dientes hacia abajo y que el desangramiento se hiciese más eficaz. 
Sin embargo, las personas que estaban a su alrededor habían traído refuerzos para ayudar al hombre. Desde el punto de vista de aquellos campesinos, lo que se estaba viendo en escena no era más que una bestia atacando a una persona. Y no se equivocaban, era lo que estaba ocurriendo. Un grupo de diez personas fueron a ayudar al comerciante. Uno de ellos le dio una rápida patada al lobo quien, aunque se soltó, acabó dejado un profundo corte de mordisco en el hombro de la “víctima”. Jeff gruñó con más insistencia. Aunque su fuerza fuese mucha, había pasado varios días de camino intenso, sin comer ni descansar. Eso le daba una considerable desventaja, pero confiaba en poder ganar aquella batalla. No descansaría hasta que Christian estuviese a salvo.
Recordando al medio gato, giró la cabeza hacia él, quien había sido sujetado por uno de los postores que quería comprarle. Hizo ademán de correr hacia allí y atacarle, pero una figura se le adelantó. Alguien golpeó al hombre que sujetaba a Christian en la nuca con una especie de palo de madera. Pudo ver que era una chica y de cabellera bastante curiosa además: azulada. Tenía un gran parecido a la mujer caballero de la jefa, Arienne, pero no era ella.
—¡Yo le cuidaré!—exclamó la joven en dirección a Jeff, mientras cogía a Christian del brazo y corría sin darle tiempo a protestar—. ¡Corre!
Jeff no pudo reaccionar. Un golpe en el lomo causado por uno de los atacantes le hizo soltar un audible gemido de dolor. Había bajado la guardia y la mejor opción sería huir como dijo la desconocida. Pero sería una falta a su orgullo hacerlo. Clavó las garras en el suelo sucio, mirando feroz a las personas que tenían pensado matarlo. La batalla había comenzado. Aquella iba a ser una noche de sangre.

[. . .]

Nathaniel sostuvo la taza de té entre sus manos con gesto afable y tranquilo. Eso no hacía nada más que poner de los nervios a Elliot y Evangeline, aunque esta última no mostraba expresión alguna. El rubio le dio un sorbo y sonrió, mirando a Elliot de forma nostálgica.
—Aún seguís comprando la misma clase de té… Es admirable.
—¿Qué sabes de mi hermana?—cortó el joven, mirando hacia el suelo. Después de cinco años no podía mirar a Nathaniel. No era por atrevimiento, sino más bien por orgullo. No se sentía capaz de hacerlo y tampoco tenía ganas. 
—Está a salvo, en Escocia—el nombre del lugar hizo que Elliot pegase un brinco en el sitio, haciendo temblar la mesa y así tirar todas las cosas que estaban en ella, incluido su té y el de Evangeline. 
—No había terminado de beberlo—dijo la medio vampiresa, haciendo un mohín. 
—¿¡Cómo puede estar a salvo ahí!?—exclamó, exasperado e ignorando el comentario de Evangeline—. ¿Es que no has visto las noticias?
—Por esa razón está ahí. Siento… Sentimos—añadió Nathaniel, mirando por unos instantes a Eva, aunque a ella le traía sin cuidado si le metían en sus disculpas—haberte dejado al margen de todo esto, pero era por tu bien. Cydonia recuperó la memoria dos semanas después de que se le hubiera borrado. Entró en pánico ante todo lo ocurrido y habló demasiado, aunque tú sabes toda esta historia… Ella se marchó bien lejos y yo le acompañé. Para protegerla. En ese intervalo de tiempo, sufrió muchos cambios… Comprende que se había escapado fuera y ya apenas tenía sustento. 
—Que sí, que sí… ¿Pero por qué está en Escocia?
—Porque es su trabajo. Mediar las relaciones entre vampiros y humanos. Y al parecer, en Escocia los vampiros han empezado a hacer de las suyas—Nathaniel alzó una ceja ante la mirada sorprendida de Elliot—. Oh, se me olvidó decir que el asesino en serie de Escocia no es uno, sino varios. Y no un humano, sino un vampiro. Pero no uno cualquiera, puede que nos veamos ante una clase de vampiro completamente nuevo.
El albino se había quedado de piedra. Era justo lo que acababa de argumentar Derek aquella tarde. Podríamos decir que aquel estaba resultando en peor día de su vida. Para empezar, era lunes. Recuperaba la memoria. Eva le pegaba (aunque encontrarla no fue tan malo) y ahora le dicen que su hermana está intentando mediar una relación con unos vampiros asesinos. Lo peor de todo es que Derek había acertado en todo. Más que el peor día de su vida, estaba siendo el más raro.
—Tenemos un problema… Mi amigo… Lo sabe todo…
—¿Se lo contaste?—casi gritó Nathaniel.
—¿Cómo se lo va a contar si no recordaba nada hasta ahora?—bufó Evangeline. Parecía estar sufriendo un martirio por culpa de la poca lógica que le echaban los dos chicos—. Si Elliot está en lo cierto, ese chico debe tener una capacidad de deducción excelente.
—Lo tiene, pero pensé que eran pura imaginación—suspiró el albino—. A partir de textos de internet, averiguó que había vampiros puros y medio vampiros. Y eso que acaba de decir Nathaniel también lo sabía… Al menos, lo presentía. Esta tarde me lo argumentó todo. Y parecía muy, muy preocupado. Creedme, a mi amigo este caso no se le olvidará tan fácilmente. Está obsesionado con los vampiros desde que era niño, según me contó.
—Eso no es bueno—Eva se llevó una mano al mentón, pensativa—. Si dejamos que siga contando sus deducciones a todo el mundo, descubrirán la existencia de los vampiros. O empezarán a sospechar. Aunque podemos usarlo a nuestro favor… Pidiéndole cooperación. Y si la cosa no funciona…
Tanto la medio vampiresa como el ángel permanecieron callados. A Elliot se le hizo un nudo en la garganta.
—¡No podéis hacerle daño a Derek!—exclamó después de unos largos segundos—. Además… Seguro que cooperará.
—Eso depende de él—Nathaniel suspiró—. En fin… Me quedaré unos días más antes de volver a Escocia. 
—Gracias, Nathaniel—sonrió Elliot—. Si quieres puedo pagarte el viaje o…
—No te preocupes, tengo métodos más eficaces que irme en vehículo—le devolvió la sonrisa, levantándose de su asiento y saliendo fuera de la casa. Elliot se levantó para despedirse de él y cerrar después la puerta. Respiró hondo y después recordó que Eva estaba ahí. Ni siquiera tuvo por qué volver al salón, la medio vampiresa le había seguido y estaba apoyada contra la pared.
—Esto…—Elliot bajó la cabeza—. En cuanto a lo que ocurrió hace cinco años…
—Ignora el pasado de dos niños estúpidos—suspiró la pelirroja, interrumpiéndole y dando media vuelta—. El amor nos hace débiles. 
—¡Espera! ¿No te vas a marchar tú también…?—preguntó. Estaba demasiado enfadado y lo único que quería era que se fuese de su vista. No sólo por el puñetazo, sino por lo que acababa de decir.
—¿Marcharme? Antes la única persona que te “protegía” era el falso Philip. Pero ahora, ¿quién lo hará? Parece que soy la única que va a hacerlo—se giró nuevamente, clavando sus ojos verdes en los de su acompañante—. Déjame protegerte, Elliot.
—Tsk—el albino chasqueó la lengua, sonriendo de medio lado—. ¿No habías dicho que el amor nos hacía débiles? ¿Por qué entonces intentas protegerme?
—Creo que me encapriché contigo hace cinco años, pero nada más—añadió, antes de que a Elliot se le ocurriese decir algo—. Es sólo una especie de afecto porque fuiste cercano a mí en esa época. Creo que ya es demasiado tarde como para deshacerme de ese encaprichamiento, pero si para disminuirlo.
Y se marchó de la sala, como si se tratase de su propia casa.
—No hay quien la entienda—suspiró, antes de subir las escaleras y continuar con su sesión común de estudio. Aunque Evangeline estuviese allí, debía continuar siendo el mismo estudiante friki de historia.

[. . .]

« Maldición, las cosas se han torcido demasiado… » Pensó Jeff, manteniéndose en posición defensiva como podía. Las fuerzas le habían abandonado y las personas que acudieron al auxilio del comerciante estaban bien surtidas de armas. Pero no podía abandonar la batalla así como así. Su orgullo no se lo permitía. Aunque su pelaje blanco impoluto se había manchado de carmesí debido a los cortes, no iba a abandonar. Con suerte no eran heridas graves y al ser un licántropo cicatrizaba bastante rápido. Pero si continuaba así no la contaría.
Se encontraba medio paralizado por los ataques con las pistolas eléctricas. Sus músculos apenas respondían, pero al menos tenía fuerzas para mantenerse de pie. Y había conseguido deshacerse de algunos de aquellos bastardos. Primero del comerciante, el cual después de debilitarlo con la herida del hombro, le desgarró las tripas con una garra. A un atacante lo eliminó de un mordisco en el cuello y a otro le había hecho daño en el rostro, aunque no sabe si dañó los ojos o no, pero estaba fuera de combate. Seguramente si estuviese en su estado normal, haría acto de cordura y hubiera parado antes de matar a nadie. Pero estaba furioso y lleno de ira, como ocurría cuando su parte lobuna estaba llena de odio. Y aunque tuviese el control, no podía pensar en otra cosa que en asesinarlos a todos.
Pero era demasiado tarde, iba a morir. Sus músculos no podían aguantar más y no tenía fuerzas ni para efectuar un simple mordisco. Ya había sobrevivido por bastante tiempo… ¿No?
Al menos, le hubiera gustado recuperar sus recuerdos antes de que todo se terminara.
—¡Con esta bola de pelo podremos ganarnos un buen dinero! ¡Podríamos despellejarle!
—¡No! ¡Podemos usarle como lobo de carga y hacerle trabajar! ¡Por mala bestia! Nos pagarían más.
—¿Estás loco? Es una bestia salvaje, está mejor muerto… Aunque nunca he visto un lobo de un tamaño tan grande.
—¿Será un licántropo? Si es así siempre podemos venderlo como esclavo.
« ¡NO! » se dijo a sí mismo, haciendo impulso sobre las patas traseras, dispuesto a atacar  nuevamente. Se negaba a que le vendiesen como esclavo. Y no iba a rendirse.
—¡Tocad un solo pelo de ese lobo y juro que no contaréis otro día!—exclamó alguien de voz familiar. Jeff giró la cabeza y echó hacia atrás las orejas, a pesar de que aquella persona intentaba protegerle. Debía ser precavido ante cualquier situación. No podía confiar en nadie. Pero… Aquel aspecto, aquella voz… Habían causado algo en su mente. Tenía el presentimiento de que conocía a aquella persona. Se trataba de un muchacho de altura media tirando hacia alta, pero no era eso lo que le hacía destacar. Sino su cabellera roja carmesí.
« Un medio vampiro… Espera… ¡Es él! ¡Es el dementio que me hablaba por el CDIS! »
Recordar algo tan humano como mirar el dispositivo le hizo recuperar algo de control. Sacudió la cabeza y miró los cuerpos muertos. Se preguntó por qué diablos acababa de matar a tanta gente, si él no era así. Se maldijo a sí mismo por haberse dejado llevar por la ira, pero había cosa más importantes en las que pensar. Y una de ellas era que le había encontrado. 
—Mira, niño, no vengas con chorradas. El asunto de este chucho es sólo nuestro, para que te quede claro. Somos ocho contra uno, no nos hagas reír
—¡Chsst!—un compañero de los atacantes se acercó a él—. ¿No ves que es una sanguijuela?
—Sí, soy un vampiro. Y os voy a chupar la sangre—dijo el pelirrojo con mucha sorna, para después sisear y dejando mostrar sus colmillos. Los seis salieron corriendo antes de que les “atacase”, lo que no hizo otra cosa que ocasionar un largo ataque de risa. Las personas se habían marchado del lugar hacía ya tiempo y la calle comercial estaba desierta. Jeff ladeó la cabeza y se le quedó mirando, preguntándose como una persona tan estúpida había sido capaz de encontrarle. Soltó un bufido para llamar su atención y dio efecto. El pelirrojo se giró retirando las lágrimas de tanto reír, pero al ver las orejas hacia atrás de Jeff su expresión re relajó un poco.
—Oye, cálmate. He venido a salvarte. A pesar de que hayan pasado cinco años sigues igual de desagradecido. ¿Así es como me has echado de menos, Jeff?
El lobo pareció rodar los ojos, echándose al suelo de puro cansando y mirándole después. Se negaba a pronunciar palabra, a pesar de que podía. A lo mejor había manera de que le dejase en paz… O al menos, eso pensaba. El rostro del medio vampiro se puso serio de repente.
—Oh, cierto… No te acuerdas de mí—el muchacho se agachó para quedar a más o menos la misma altura de Jeff. En sus ojos verdes podía leerse la decepción—. Será mejor que… Uhm… Me presente. Pero me siento incómodo hablando con un lobo. ¿Podrías volver a tu forma humana?
Jeff negó su cabeza peluda. 
—No—dijo en una especie de gruñido. Se negaba a mostrar su forma humana. ¿Y si era una trampa? 
—¡Oh, pues entonces no me presento!
« Y yo que me alegro… A quién le interesaría saber el nombre de este tipo… » Aunque en realidad, a él le interesaba. Pero no quería admitirlo.
—Bleue debe de estar esperándome… Y le prometí que traería a Jeff… ¿Qué dirá cuando le traiga esta bola de pelo?—el pelirrojo se había puesto a hablar solo—. Bueno… Habrá que volver a la Tierra tarde o temprano. Y cuanto antes mejor.
Entonces, sacó un puñal de su alforja y lo clavó de lleno en el suelo. Una circunferencia perfecta de color verde le rodeó, tanto a él como al lobo. Jeff no pudo apartarse, un resplandor le cegó inmovilizándolo por completo y obligándole a cerrar los ojos. 
Cuando los abrió, se encontraba dentro de una casa. Justo en un pasillo, detrás de la puerta. Parecía de lujo. ¿De verdad aquel joven tenía tanto dinero?
—¡Bienvenido a mi guarida!—exclamó el pelirrojo, simulando una risa malvada para después comenzar a toser claramente por la falta de ensayo. Jeff puso los ojos en blanco e hizo ademán de andar hacia dentro, pero entonces cayó en cuenta de que su cuerpo había cambiado. Debido al sobresalto del teletransporte que acababa de sufrir, se había transformado en un humano.
—Mierda—bufó mientras se levantaba, haciendo así que el desconocido se girase. Sonrió de oreja a oreja al verle al fin como un igual.
—¿Ves? Así estás más guapo—dicho esto le dio unos toques suaves con la palma de la mano en la mejilla y se marchó hacia dentro de la habitación—. ¡Bleue, he vuelto!
—Bienvenido—dijo una mujer de pelo turquesa y traje de sirvienta, el cual también le resultaba familiar a Jeff—. Oh, ¿le habéis traído de vuelta? Me alegro de que vuestra misión haya dado resultados.
—Puedes tutearme, Bleue… Me haces sentir igual de viejo que Raphael.
Jeff ladeó la cabeza sin entender bien lo que ocurría. Lo único que había entendido es que aquel chico era el dueño de la casa y la tal Bleue su sirvienta. 
—Esto… Está muy bien que me llevéis aquí y todo eso, pero no sé qué pinto en este lugar. Y… Estoy seguro que esto no es Valkyria, ¿cierto…?
—Ya habrá tiempo para hablar de eso—dijo Bleue—. Ahora descansad, no quiero ofenderos… Pero estáis bastante sucio.
—Quiero volver a Valkyria—exigió el licántropo, ignorando el comentario a cuanto su higiene—. Agradezco mucho todo lo que estáis haciendo por mí, pero tengo un asunto pendiente que hacer allí. Y no quiero molestaros.
El sonido de una puerta al cerrarse consiguió alarmarle. El pelirrojo retiró las llaves de la cerradura y las hizo girar alrededor de su dedo índice, mientras se apoyaba en ella cabizbajo. 
—No voy a dejarte escapar. No esta vez…
—Qué demonios, Cédric, has perdido la cabeza. ¡No puedes encerrarme aquí!—vociferó Jeff, asustado.
El mencionado alzó la mirada, con una mezcla de esperanza y asombro.
—Oh, espera—continuó el azabache, confuso—, ¿acabo de llamarte Cédric? Qué tontería… Me ha venido solo… ¿Por qué he…?
—Ese es mi nombre—cortó, con una sonrisa, para después avanzar hacia él y abrazarle de pura felicidad. Sin embargo, aquello duró poco, ya que Jeff le apartó con fuerza.
—¡Aparta! ¡Me da igual quién seas! ¡Quiero volver a Valkyria!
—Jeff…
—Mira, si vas a tenerme encerrado como un rehén no voy a cooperar. Me da igual que me puedas ayudar a recordar, sólo quiero marcharme lo antes posible de aquí y…
No pudo terminar de hablar, pues a los pocos segundos el tal Cédric le había empujado contra la pared más cercana, sujetándole por los hombros.
—No has entendido nada—su rostro estaba completamente serio. Parecía una persona completamente diferente al que había visto antes, mucho más sombría—. Ahora mismo estás tan indefenso y tienes todo tu cuello, un punto bastante vital, al descubierto. Y créeme, eso te hace más apetecible. No es que vamos a tenerte “encerrado como un rehén”, sino es que ya eres un rehén. ¿O acaso no recuerdas que soy de Dementia?
—Hijo de…—gruñó Jeff, pero debido a la paliza que le habían dado antes en Dexeria Oeste no pudo contratacar.
—Pero no estoy con Dementia exactamente, como dije antes—prosiguió Cédric—. No voy a usar tu confín a favor de ellos, sino a mi favor. Si quieres tomártelo por las malas, yo soy tu secuestrador y mi única recompensa será la recuperación de memoria. Quieres volver a ser libre, ¿no? Más vale que cooperes y recuerdes.
Jeff tragó saliva y bajó la mirada, rompiendo el contacto visual. Se encontraba demasiado cansado como para discutir. Pero…
—No tardarán en darse cuenta de mi ausencia—replicó nuevamente, no dejando perder su orgullo herido—. ¿Vas a arriesgarte a que te descubran?
—Sí—el pelirrojo puso los ojos en blanco, soltándose y separándose de él—. Dejemos esta conversación, ¿de acuerdo? No quiero discutir contigo y mucho menos después de haberte encontrado. Y como ha dicho Bleue, apestas… Es una mezcla de sangre, sudor y pólvora… Aggh. ¿Desde cuanto hace que no te lavas?
—No es asunto tuyo—bufó el licántropo, sintiendo arder levemente sus mejillas. Hacía días que no se duchaba, pero eso era debido a que estaba demasiado ocupado sorteando los campos minados y los campamentos Dementios. 
—Bleue, trae ropa de mi armario y una toalla. Tú ahora te vas a la ducha. Y si se te ha olvidado como lavarte, siempre puedo ayudarte—añadió, pícaro.
Jeff ladeó la cabeza inocentemente, sin entender a qué se refería.
—¿Eh? ¿Qué estás tratando de…?—su expresión cambió por completo, pasando al enfado. Y con un suave rubor en sus mejillas, por supuesto—. ¡Agh! ¡Eres…!
—Relájate, sólo era una broma—Cédric se encogió de hombros—. Pero si tantas ganas tenías…
—¡Cállate!

[. . .]

El dolor y la confusión que sentía Elliot eran tan fuertes que ni siquiera podía sacarlos al exterior. Había permanecido todo el rato mirando el libro de historia, pensando en lo que acababa de ocurrir. Si aquella persona no era su padre, ¿quién era? ¿Y a qué venía aquella visita de Nathaniel? ¿Cómo sabía que recuperó la memoria? Aquel asunto le asustaba y no por volver a estar entre vampiros, sino por más cosas… ¿Y si por culpa de aquellos asesinos chupasangre perdía a Cydonia para siempre? ¿Y si los demás vampiros se dan cuenta de que un humano sabe más de la cuenta y matan a su mejor amigo? ¿Qué pasará con Evangeline y él a partir de aquel momento?
—¡Mierdamierdamierdamierda!—apoyó los codos sobre el libro de texto, agarrándose el pelo de pura frustración. No podía concentrarse pensando en los cinco años que había pasado ignorando todo lo ocurrido en un intervalo corto de meses. Él lo tomó como cosas poco importantes y borradas debido al shock. Pero en realidad fueron los meses que más le enseñaron de la vida. Al menos, cuando tenía catorce años… Fueron los meses que pasó con Eva.
Pero ahora era un “adulto” (¿adulto, Elliot?), no tenía por qué depender tanto de ella. Además, había comprobado lo frívola que se había vuelto la vampiresa, incluso más que antes. Pero tenía el presentimiento que en aquella máscara de escarcha aún estaba ella. Sólo tenía que encontrarla.
—¿Por qué me preocupo tanto por esto?—se dijo a sí mismo, soltando un suspiro y dejando caer la cabeza sobre el libro—. ¿Porque tuvimos una “relación” bastante estrecha cuando éramos críos? No sé cómo, pero ella…
Cerró los ojos un instante. Oh, por favor, Eva no era lo más importante de todo aquello. ¿Qué pasaba con Cydonia? ¡Tenía que ir a Escocia! Posiblemente estuviese bien, ya que según Nathaniel su carácter se endureció por el tiempo que pasó sola. Recordaba a la perfección el momento en el que se marchó.
“¡Elliot, tú también deberías recordarlo… ¿Por qué no…? ¿Por qué me miras así? No estoy loca, Elliot. Los vampiros existen. ¿Te has olvidado de ellos…? No, Elliot, por favor, tú eres mi única esperanza… No me hagas esto… Eres lo único que me queda… La única persona que piensa que queda cordura en mí. Dame la razón… Por… Favor… No dejes que me lleven”.
¿Pero qué podía hacer un niño de catorce años? Nunca pensó que su hermana estuviese loca, sino algo trastocada por el supuesto secuestro. Todo terminó así… Por culpa de aquel colgante y aquel día. Saldría a por Cydonia de no ser porque Evangeline…
—¡Maldición! ¿Es que cada cosa que reflexiono tiene que terminar con ella?—vociferó, volviéndose a llevar las manos a la cabeza y revolviéndose el cabello con frustración—. Quien está loco de verdad soy yo… Empiezo a hablar solo...
Sí, fuer hace cinco años, pero… Necesitaba descubrir la verdad. Alzó la cabeza y miró su techo, sintiéndose como en una película de superhéroes. Alzó los brazos hacia el cielo en signo triunfante.
—¡Lo haré! ¡Tengo diecinueve años, soy todo un adulto…!
—Los adultos no cuentan sus pensamientos a gritos—suspiró una voz en la puerta. Elliot dio un salto en el asiento, mirando fijamente a la figura que había irrumpido sus pensamientos. Eva.
—Llama antes de entrar o harás que me muera de paro cardíaco.
—Es una de las mejores muertes, ¿sabes?
Elliot puso los ojos en blanco y se levantó del asiento, mirándole fijamente con los brazos cruzados. Continuaba algo molesto por lo que había ocurrido hacía relativamente poco.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Acabo de llegar. Hace una media hora aproximadamente salí a buscar sangre. Y no me mires así: esta vez no he matado a nadie.
—Puedes… ¿Controlarte?
—Es algo que he aprendido al crecer—Evangeline suspiró—. Me pasé por aquí para comprobar si te diste cuenta de que me fui, pero sigues tan atolondrado como siempre.
—Quizás es que me trae sin cuidado lo que hagas con tu vida y por eso no pienso en ti en todo momento, ¿sabías?—bufó Elliot, sin olvidar el ego que tenía su compañera.
—Eso no es lo que gritabas—pero lo que sí había olvidado era el ojo que tenía para “detallitos” como esos—. Aunque bueno, a mí también me da igual.
—¡Joder, Eva, no te da igual!—exclamó, colocándose justo enfrente de ella—. ¡Si te diera igual no intentarías protegerme!
Dicho esto, posó una de sus manos sobre su pecho. Eva abrió la boca para replicar, pero Elliot habló primero. 
—¿Ves? ¡Está latiendo! ¡Puedo sentirlo! Tienes un corazón que funciona a la perfección. Estás aquí. Estás viva. Tienes emociones… Esta es la muestra.
—Muy conmovedor—murmuró Eva—. Pero ahora piensa y observa dónde has puesto la mano. 
Elliot miró a Eva, después a su mano, Eva, su mano…
La había liado. Era hombre muerto.
—Oh…—murmuró—. M-Mi mano está…
Después de salir de su estado de shock, la apartó lo antes posible. Sentía mucho calor en su rostro, por lo que supuso que se había sonrojado. Y efectivamente, lo había hecho.
—Lo siento, Eva. Yo no quería tocar ahí...—alzó la cabeza, atreviéndose a mirarla a la cara esperando encontrarse con la misma inexpresividad. Sin embargo, lo que se encontraba en frente suya era una expresión de hastío y posiblemente enfado debido al tic nervioso de su ceja—. ¡Lo sabía! ¡Tienes emociones!
—… Elliot…—respiró lentamente para calmarse, pero aquello era imperdonable—. Espero que esto ocurrido no salga a la luz… Por el bien de mi reputación y tu integridad física, ¿de acuerdo?
—¡Pero ha sido sin querer! ¡Y acabas de expresar enfado! ¡Ahora mismo lo estás haciendo!—la mirada de la medio vampiresa estaba sombría y cada vez avanzaba más hacia él con gesto beligerante—. ¿… Eva…?
Y esa es la historia de cómo Evangeline persiguió a Elliot por toda su casa. Más épico que The Legend of Zelda.

[. . .]

Jeff se miró en el espejo del baño después de la ducha. Se sentía más relajado que antes, eso era cierto, pero estar en la casa de un desconocido aún no se le olvidaba. Sobre todo lo que se había mencionado antes. Era un “rehén”. Y al parecer estaría allí hasta que recuperase la memoria. ¿Era bueno? En absoluto. La idea continuaba disgustándole. Aunque se le hubiera prometido protección aquello no le convencía. ¿Protección por parte de una persona del otro bando? 
Chasqueó la lengua, decidiendo dejar el tema de lado y observando las heridas que tenía en el torso. Algunas no eran tan superficiales como las demás, pero habían cicatrizado casi al instante y no se infectaron. También comprobó los moratones y las marcas que dejaron las pistolas eléctricas.
« No ha sido tan grave » se dijo a sí mismo, mientras cogía el suéter que le habían entregado para que cogiese algo más limpio. Se sentía incómodo con aquello, pero a la vez reconfortado. Se lo puso para después coger una de las toallas y secarse en pelo.
 Aquellas sensaciones que le causaba el hogar eran extrañas y a la vez agradables. Como los olores… Aquel suéter que le habían prestado le hacía sentir incómodo, pero el aroma que desprendía era familiar y por alguna razón le hacía sentir mejor. Miró la cesta donde había dejado su ropa sucia. Allí también había guardado el CDIS. Quizás pudiera llamar a alguien pidiendo ayuda…  Aunque estuviese en la Tierra. Guardó el dispositivo en uno de los bolsillos. No quería que se lo confiscaran, ya encontraría un lugar donde esconderlo.
Salió de la sala con la toalla sobre los hombros, soltando un suspiro y miró a su alrededor. No había nadie. Ni el pelirrojo ni la sirvienta estaban en el pasillo. Supuso que estarían en otro lugar, pero no escuchaba ruido alguno que el de la cocina. Respiró hondo. Aquella podía ser su oportunidad. 
Corrió lo más rápido que pudo por el pasillo que llevaba a la puerta de entrada y salida. Ambas manos se cerraron sobre el mango e intentaron girarlo. Pero había olvidado que Cédric la había cerrado. Maldición, ¿dónde estaban las llaves?
—¿Jeff? ¿Eres tú?—escuchó la voz de Cédric desde la cocina. No le quedaba tiempo.
—¡S-Sólo he tropezado al caer!—mintió, nervioso, buscando en la mesa auxiliar que había en el corredor algunas llaves. Pero  había demasiadas y poco tiempo como para probarlas todas.
—Mentiroso—unos pasos se hacían cada vez más audible hacia su posición. No le quedaba otra que intentar derribar la puerta o forzar la cerradura. Pero no estaba con todas sus fuerzas precisamente. Sus dedos volvieron a cerrarse en torno al mango con nerviosismo, intentando girarlo. La presencia cada vez estaba más cerca.
Se giró rápidamente al ver una sombra reflejada en la puerta. Sus ojos se abrieron con horror al comprobar que era Cédric. Y tenía un cuchillo en la mano derecha.
—¿A dónde ibas?—preguntó, ladeando la cabeza con gesto inocente. Como si no supiera el aspecto tan amenazante que tenía portando un arma blanca.
—A ningún lado...—respondió. Aquel debía ser la primera vez que pasaba tanto miedo en su vida.
—Eso pensaba—Cédric se encogió de hombros—. En fin, ya terminé de cocinar. Podría habérselo pedido a Bleue, pero seamos sinceros: el bistec siempre se le acaba quemando...
¿Comida? Aquello no le convencía demasiado a Jeff, sobre todo si tenía en cuenta de la persona que la había preparado tenía las pintas de un auténtico psicópata.
—No tengo hambre.
—El sonido de tu estómago no dice lo mismo. ¿Acaso no pensarás que lo he envenenado?
—¿Crees que soy tonto? Está claro que le has echado algo.
Cédric soltó un suspiro, pasando el cuchillo de cocina (ahora Jeff entendía por qué lo llevaba en la mano) por sus labios, manteniendo una sonrisa torcida.
—Come.
¿Morir por una puñalada o por un posible veneno? ¿Qué era mejor?
—E-Esto... Vale. Pero lo hago porque yo quiero y no por otra cosa, ¿me has entendido?
—Lo que usted diga, su alteza—rió. 
Por suerte, no le habían echado nada raro a la comida.

5 comentarios:

Rose Perza dijo...

¡¡¡¡ELLIOT ES UN PERVERTIDO!!!!¡¡¡¡QUE EVA LE MATE!!!!

Anónimo dijo...

siii QUE EVA LE MATEEE!! Y a ver si sale pronto mi Ralph... Le echo de menos D':

Rose Perza dijo...

YO también quiero que salga pero para que mate a Elliot XD

Marta dijo...

Como Raphael se entere no quiero saber cómo acabará Elliot... xD.

Rose Perza dijo...

Uy po entonces ¡¡¡Raphael!!!¿Te cuento una cosa muyyyyyyyyyy interesante?con la que mataras a Elliot