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Rolera profesional desde los 10/11 años. Escritora. Superviviente de Raccoon City. Yo ayudé a Link para salvar a la Princesa Zelda. Tengo la nariz de Voldemort. Loba en busca del paraíso. Amante incondicional del Yaoi. Suke ♥.
sábado, 3 de agosto de 2013
Como dueña que soy de este blog, me veo responsable de informar a mis lectores (que no serán más de dos o tres) de las noticias que afectan a esta historia. Esto puede interpretarse como algo malo o algo bueno, eso es algo que dejaré a vuestras opiniones.
Ayer, en un momento de calor causado por la falta de aire acondicionado, me puse a dar vueltas en la cama pensando sobre mi historia, ya que no hago más que pensar en ello ya que no puedo escribir algo. Todas las ideas que tengo están faltas de sentido y podrían afectar a la trama, creando un ridículo final como lo hice en la primera historia. Aunque fuese dramático, hay que admitir que a Paradise of Light and Shadow le falta mucha coherencia, ya que he dejado muchos cabos sueltos que quería atar en Undisclosed Desires, pero cuanto más lo intento más lo empeoro. Me he estado preguntando por qué y en esa noche calurosa me di cuenta de una cosa: la historia no ha estado firme. He metido personajes guiándome por el placer de crearlos. Hay muchos que no interfieren demasiado en la trama o bien podríamos continuar suprimiéndolos, tales como son Alexandra, Nathaniel, León, Bleue, Christian, Corinne, Delilah, e incluso Jeff y Cédric (que a estos les tengo especial cariño porque quedé tercera gracias a una historia de ellos dos). Y eso que hay otros que tampoco tienen mucho sentido de ser. Nunca he tenido bien claro el desenlace ni el objetivo de esta historia, así que empecé a meter cosas al boleo, porque sí, a ver si queda bien.
Dije que estaba orgullosa de esta historia, pero me he precipitado. ¿La considero un fracaso? No del todo, pero en cierta parte, sí. Hay personajes que no tienen razón de ser si no fueran por otros y más bien son para disfrute del público. No afectarían en la trama. Pero me acabo de dar cuenta de que si los elimino ahora, me sentiría triste porque con muchos me he encariñado demasiado. Pensé que podría hacer una buena historia de esto, pero me temo que no. Sin embargo, he creado a pequeñas joyas sin pulir, que son mis personajes. Porque sí, aunque la historia en la que estuviesen metidos no tuviese mucho sentido, yo los quiero porque son míos a pesar de que no existan. En los cuatro meses que estuve con Paradise of Light and Shadow los he tenido como si fueran mis propios hijos. Y así son, han salido de mí. Y no puedo desprenderme de ellos con tanta facilidad. Algunos no deberían estar en la historia, pero creedme que las usaré para otras.
Así que no es sólo un fracaso de trama con lógica, sino también un triunfo. Estoy triste, pero a la vez llenas de energías. Porque sé que puedo hacerlo mucho mejor. Y puede que a la gente le haya gustado, pero yo no me siento a gusto con la historia que estaba escribiendo. Cada idea que se me ocurría para continuar con la segunda parte tenía menos sentido. Me he desviado del objetivo y de la historia únicamente para mi disfrute personal. Y eso no ha estado bien, porque aunque esté satisfecha por haberla terminado, siento que esa satisfacción es amarga. Y mis esfuerzos por arreglarlos son todavía peores.
Y por eso, el sabor de esta historia se está volviendo agridulce. Y no quiero que sea así. No pretendo crear una historia de los cielos, sino algo decente. Y no es lo que estoy haciendo. Esta decisión está tomada únicamente por mí misma. Si quiero llegar a ser una profesional, tengo que esforzarme. Ha sido un gran golpe, sí, pero de los errores se aprenden. Quizás haya llegado un poco tarde, pero reescribiré la historia. No me saldré de ella por mi disfrute propio.
Así pues, esta historia queda parada hasta que escriba algo mejor. Posiblemente elimine personajes que no aparecen demasiado en la trama, tales como son Roxanne, Christian, Derek, Anouk, Summer… Es más, creo que hasta Dementia y Valkyria desaparecerán. No me convence la historia, lo he puesto porque sí. Y ha sido una mala secuela, una secuela en la que me ha dado por crear dos mundos, mezclar ciencia ficción con fantasía y resucitar a los muertos con una teoría que me parece razonable (pero la usaré para otra historia, porque en vez de una temática de fantasía moderna va a parecer un capítulo de copia barata de Doctor Who). La decisión está tomada. A todos los lectores a los que esta noticia les cause pena, lo siento. Pero quiero hacer algo bueno, algo de calidad. Y así voy a hacer.
Porque vamos a ver, esto no tenía sentido alguno. ¿Pelirrojos y peliazules en la edad media? A la hoguera derechito. A León le cambiaban los ojos de color porque me salía del pie. Arienne no envejeció porque también me dio la gana. Y LA BOMBA. VENGA, A LA MITAD DE LA HISTORIA A METER YAOI. Olé mi chocho. Tendría más sentido si pintasen algo en la historia, pero no. (Eso sí, en la modificación no los pienso eliminar ni de coña, son mis niños y les tengo mucho cariño). Raphael con poderes ilusorios porque sí (a Raphael tampoco le elimino. ES DIOS). Y Cydonia se mete en el cuerpo de Delilah en una ilusión. Delilah probablemente la quite de en medio. Y también el niño gato hijo de un licántropo. Olé. Lo siento, pero Christian posiblemente no aparezca en la nueva historia. Pero sí en otra que escriba. Elliot con psicoquinesis, Alexandra es un fantasma y no pinta nada en la historia, Nathaniel solo funciona de pagafantas, Bleue es la sirvienta rara que he metido porque sí, Eva crece también porque me da la gana…
Por eso, si quiero hacer algo de calidad, voy a empezar desde cero. Con algo que tenga sentido. Cuanto más escribo mis razones, más me doy cuenta de que todo carece de lógica. Lo atribuiré a que la primera historia la hice con la presión de subir cada semana y puede que muchas personas sean capaces de entregar a plazos, pero yo no. Esta vez, me lo tomaré con tranquilidad, escribiendo con razón y pensando cómo será la trama. No ir plantando una semilla y recorriendo su crecimiento, ladeándola a los lados. Si hago eso, sólo saldrán malas hierbas en mi jardín. Yo quiero un campo de rosas y prímulas.
Y aquí termina mi discurso titánico. No sé si esta historia la subiré a un blog, porque tengo intenciones de participar con ella en el Jordi Sierra i Fabra 2015 (al que me tengo que presentar el año que viene). Es un concurso muy importante, internacional y en el que ganas mucho, desde una gran cantidad de dinero hasta que publiquen y editen tu historia. Y ese es mi sueño. Convertirme en una escritora.
Poned vuestras opiniones, pero mi decisión está tomada.

lunes, 22 de julio de 2013
Hay una brecha muy grande entre la lógica y el instinto animal. Ser un licántropo sólo hacía las cosas más difíciles…  Y a Jeff le costaba pensar con la cabeza fría. Aun pensando en las consecuencias de sacar a la luz su apariencia bestial, lo hizo. Con un único propósito: salvar al hijo del capitán Backus, la persona más cercana que tenía, el cual permanecía fuera de vida. 
Como cada vez que se transformaba el lobo instintivo y cazador lucía sus habilidades. La ira por ver una injusticia tal y como era la esclavitud había conseguido despertar a una bestia que permanecía dormida años en un cuerpo humano. Y posiblemente, Jeff perdiese el control. Pero no lo haría, al menos no del todo. Los presentes de Dexeria Oeste gritaron asustados al ver aquel enorme lobo blanco avanzar mientras gruñía. Pero eso no le importó. Sus ojos grises estaban clavados en el comerciante de esclavos, que le miraba con una mezcla de horror y asombro. Gruñó con más fuerza, sin reparar en que el joven medio gato lanzaba miradas aterrorizadas y temblaba sin parar.
El único pensamiento de Jeff era desgarrar la blanda piel del desgraciado entre sus garras. Y acallar los gritos de dolor con sus colmillos. Corrió dejando escapar un ladrido de su garganta, directo a cerrar sus fauces en el mejor blanco: el cuello. Sin embargo, el hombre consiguió apartarse un poco en un acto reflejo, no sin gritar de horror. Eso no evitó que los colmillos del lobo se clavasen en la piel, exactamente en el hombro. El comerciante aulló de dolor, pidiendo ayuda a gritos. Jeff apretó la mandíbula, para deslizar los dientes hacia abajo y que el desangramiento se hiciese más eficaz. 
Sin embargo, las personas que estaban a su alrededor habían traído refuerzos para ayudar al hombre. Desde el punto de vista de aquellos campesinos, lo que se estaba viendo en escena no era más que una bestia atacando a una persona. Y no se equivocaban, era lo que estaba ocurriendo. Un grupo de diez personas fueron a ayudar al comerciante. Uno de ellos le dio una rápida patada al lobo quien, aunque se soltó, acabó dejado un profundo corte de mordisco en el hombro de la “víctima”. Jeff gruñó con más insistencia. Aunque su fuerza fuese mucha, había pasado varios días de camino intenso, sin comer ni descansar. Eso le daba una considerable desventaja, pero confiaba en poder ganar aquella batalla. No descansaría hasta que Christian estuviese a salvo.
Recordando al medio gato, giró la cabeza hacia él, quien había sido sujetado por uno de los postores que quería comprarle. Hizo ademán de correr hacia allí y atacarle, pero una figura se le adelantó. Alguien golpeó al hombre que sujetaba a Christian en la nuca con una especie de palo de madera. Pudo ver que era una chica y de cabellera bastante curiosa además: azulada. Tenía un gran parecido a la mujer caballero de la jefa, Arienne, pero no era ella.
—¡Yo le cuidaré!—exclamó la joven en dirección a Jeff, mientras cogía a Christian del brazo y corría sin darle tiempo a protestar—. ¡Corre!
Jeff no pudo reaccionar. Un golpe en el lomo causado por uno de los atacantes le hizo soltar un audible gemido de dolor. Había bajado la guardia y la mejor opción sería huir como dijo la desconocida. Pero sería una falta a su orgullo hacerlo. Clavó las garras en el suelo sucio, mirando feroz a las personas que tenían pensado matarlo. La batalla había comenzado. Aquella iba a ser una noche de sangre.

[. . .]

Nathaniel sostuvo la taza de té entre sus manos con gesto afable y tranquilo. Eso no hacía nada más que poner de los nervios a Elliot y Evangeline, aunque esta última no mostraba expresión alguna. El rubio le dio un sorbo y sonrió, mirando a Elliot de forma nostálgica.
—Aún seguís comprando la misma clase de té… Es admirable.
—¿Qué sabes de mi hermana?—cortó el joven, mirando hacia el suelo. Después de cinco años no podía mirar a Nathaniel. No era por atrevimiento, sino más bien por orgullo. No se sentía capaz de hacerlo y tampoco tenía ganas. 
—Está a salvo, en Escocia—el nombre del lugar hizo que Elliot pegase un brinco en el sitio, haciendo temblar la mesa y así tirar todas las cosas que estaban en ella, incluido su té y el de Evangeline. 
—No había terminado de beberlo—dijo la medio vampiresa, haciendo un mohín. 
—¿¡Cómo puede estar a salvo ahí!?—exclamó, exasperado e ignorando el comentario de Evangeline—. ¿Es que no has visto las noticias?
—Por esa razón está ahí. Siento… Sentimos—añadió Nathaniel, mirando por unos instantes a Eva, aunque a ella le traía sin cuidado si le metían en sus disculpas—haberte dejado al margen de todo esto, pero era por tu bien. Cydonia recuperó la memoria dos semanas después de que se le hubiera borrado. Entró en pánico ante todo lo ocurrido y habló demasiado, aunque tú sabes toda esta historia… Ella se marchó bien lejos y yo le acompañé. Para protegerla. En ese intervalo de tiempo, sufrió muchos cambios… Comprende que se había escapado fuera y ya apenas tenía sustento. 
—Que sí, que sí… ¿Pero por qué está en Escocia?
—Porque es su trabajo. Mediar las relaciones entre vampiros y humanos. Y al parecer, en Escocia los vampiros han empezado a hacer de las suyas—Nathaniel alzó una ceja ante la mirada sorprendida de Elliot—. Oh, se me olvidó decir que el asesino en serie de Escocia no es uno, sino varios. Y no un humano, sino un vampiro. Pero no uno cualquiera, puede que nos veamos ante una clase de vampiro completamente nuevo.
El albino se había quedado de piedra. Era justo lo que acababa de argumentar Derek aquella tarde. Podríamos decir que aquel estaba resultando en peor día de su vida. Para empezar, era lunes. Recuperaba la memoria. Eva le pegaba (aunque encontrarla no fue tan malo) y ahora le dicen que su hermana está intentando mediar una relación con unos vampiros asesinos. Lo peor de todo es que Derek había acertado en todo. Más que el peor día de su vida, estaba siendo el más raro.
—Tenemos un problema… Mi amigo… Lo sabe todo…
—¿Se lo contaste?—casi gritó Nathaniel.
—¿Cómo se lo va a contar si no recordaba nada hasta ahora?—bufó Evangeline. Parecía estar sufriendo un martirio por culpa de la poca lógica que le echaban los dos chicos—. Si Elliot está en lo cierto, ese chico debe tener una capacidad de deducción excelente.
—Lo tiene, pero pensé que eran pura imaginación—suspiró el albino—. A partir de textos de internet, averiguó que había vampiros puros y medio vampiros. Y eso que acaba de decir Nathaniel también lo sabía… Al menos, lo presentía. Esta tarde me lo argumentó todo. Y parecía muy, muy preocupado. Creedme, a mi amigo este caso no se le olvidará tan fácilmente. Está obsesionado con los vampiros desde que era niño, según me contó.
—Eso no es bueno—Eva se llevó una mano al mentón, pensativa—. Si dejamos que siga contando sus deducciones a todo el mundo, descubrirán la existencia de los vampiros. O empezarán a sospechar. Aunque podemos usarlo a nuestro favor… Pidiéndole cooperación. Y si la cosa no funciona…
Tanto la medio vampiresa como el ángel permanecieron callados. A Elliot se le hizo un nudo en la garganta.
—¡No podéis hacerle daño a Derek!—exclamó después de unos largos segundos—. Además… Seguro que cooperará.
—Eso depende de él—Nathaniel suspiró—. En fin… Me quedaré unos días más antes de volver a Escocia. 
—Gracias, Nathaniel—sonrió Elliot—. Si quieres puedo pagarte el viaje o…
—No te preocupes, tengo métodos más eficaces que irme en vehículo—le devolvió la sonrisa, levantándose de su asiento y saliendo fuera de la casa. Elliot se levantó para despedirse de él y cerrar después la puerta. Respiró hondo y después recordó que Eva estaba ahí. Ni siquiera tuvo por qué volver al salón, la medio vampiresa le había seguido y estaba apoyada contra la pared.
—Esto…—Elliot bajó la cabeza—. En cuanto a lo que ocurrió hace cinco años…
—Ignora el pasado de dos niños estúpidos—suspiró la pelirroja, interrumpiéndole y dando media vuelta—. El amor nos hace débiles. 
—¡Espera! ¿No te vas a marchar tú también…?—preguntó. Estaba demasiado enfadado y lo único que quería era que se fuese de su vista. No sólo por el puñetazo, sino por lo que acababa de decir.
—¿Marcharme? Antes la única persona que te “protegía” era el falso Philip. Pero ahora, ¿quién lo hará? Parece que soy la única que va a hacerlo—se giró nuevamente, clavando sus ojos verdes en los de su acompañante—. Déjame protegerte, Elliot.
—Tsk—el albino chasqueó la lengua, sonriendo de medio lado—. ¿No habías dicho que el amor nos hacía débiles? ¿Por qué entonces intentas protegerme?
—Creo que me encapriché contigo hace cinco años, pero nada más—añadió, antes de que a Elliot se le ocurriese decir algo—. Es sólo una especie de afecto porque fuiste cercano a mí en esa época. Creo que ya es demasiado tarde como para deshacerme de ese encaprichamiento, pero si para disminuirlo.
Y se marchó de la sala, como si se tratase de su propia casa.
—No hay quien la entienda—suspiró, antes de subir las escaleras y continuar con su sesión común de estudio. Aunque Evangeline estuviese allí, debía continuar siendo el mismo estudiante friki de historia.

[. . .]

« Maldición, las cosas se han torcido demasiado… » Pensó Jeff, manteniéndose en posición defensiva como podía. Las fuerzas le habían abandonado y las personas que acudieron al auxilio del comerciante estaban bien surtidas de armas. Pero no podía abandonar la batalla así como así. Su orgullo no se lo permitía. Aunque su pelaje blanco impoluto se había manchado de carmesí debido a los cortes, no iba a abandonar. Con suerte no eran heridas graves y al ser un licántropo cicatrizaba bastante rápido. Pero si continuaba así no la contaría.
Se encontraba medio paralizado por los ataques con las pistolas eléctricas. Sus músculos apenas respondían, pero al menos tenía fuerzas para mantenerse de pie. Y había conseguido deshacerse de algunos de aquellos bastardos. Primero del comerciante, el cual después de debilitarlo con la herida del hombro, le desgarró las tripas con una garra. A un atacante lo eliminó de un mordisco en el cuello y a otro le había hecho daño en el rostro, aunque no sabe si dañó los ojos o no, pero estaba fuera de combate. Seguramente si estuviese en su estado normal, haría acto de cordura y hubiera parado antes de matar a nadie. Pero estaba furioso y lleno de ira, como ocurría cuando su parte lobuna estaba llena de odio. Y aunque tuviese el control, no podía pensar en otra cosa que en asesinarlos a todos.
Pero era demasiado tarde, iba a morir. Sus músculos no podían aguantar más y no tenía fuerzas ni para efectuar un simple mordisco. Ya había sobrevivido por bastante tiempo… ¿No?
Al menos, le hubiera gustado recuperar sus recuerdos antes de que todo se terminara.
—¡Con esta bola de pelo podremos ganarnos un buen dinero! ¡Podríamos despellejarle!
—¡No! ¡Podemos usarle como lobo de carga y hacerle trabajar! ¡Por mala bestia! Nos pagarían más.
—¿Estás loco? Es una bestia salvaje, está mejor muerto… Aunque nunca he visto un lobo de un tamaño tan grande.
—¿Será un licántropo? Si es así siempre podemos venderlo como esclavo.
« ¡NO! » se dijo a sí mismo, haciendo impulso sobre las patas traseras, dispuesto a atacar  nuevamente. Se negaba a que le vendiesen como esclavo. Y no iba a rendirse.
—¡Tocad un solo pelo de ese lobo y juro que no contaréis otro día!—exclamó alguien de voz familiar. Jeff giró la cabeza y echó hacia atrás las orejas, a pesar de que aquella persona intentaba protegerle. Debía ser precavido ante cualquier situación. No podía confiar en nadie. Pero… Aquel aspecto, aquella voz… Habían causado algo en su mente. Tenía el presentimiento de que conocía a aquella persona. Se trataba de un muchacho de altura media tirando hacia alta, pero no era eso lo que le hacía destacar. Sino su cabellera roja carmesí.
« Un medio vampiro… Espera… ¡Es él! ¡Es el dementio que me hablaba por el CDIS! »
Recordar algo tan humano como mirar el dispositivo le hizo recuperar algo de control. Sacudió la cabeza y miró los cuerpos muertos. Se preguntó por qué diablos acababa de matar a tanta gente, si él no era así. Se maldijo a sí mismo por haberse dejado llevar por la ira, pero había cosa más importantes en las que pensar. Y una de ellas era que le había encontrado. 
—Mira, niño, no vengas con chorradas. El asunto de este chucho es sólo nuestro, para que te quede claro. Somos ocho contra uno, no nos hagas reír
—¡Chsst!—un compañero de los atacantes se acercó a él—. ¿No ves que es una sanguijuela?
—Sí, soy un vampiro. Y os voy a chupar la sangre—dijo el pelirrojo con mucha sorna, para después sisear y dejando mostrar sus colmillos. Los seis salieron corriendo antes de que les “atacase”, lo que no hizo otra cosa que ocasionar un largo ataque de risa. Las personas se habían marchado del lugar hacía ya tiempo y la calle comercial estaba desierta. Jeff ladeó la cabeza y se le quedó mirando, preguntándose como una persona tan estúpida había sido capaz de encontrarle. Soltó un bufido para llamar su atención y dio efecto. El pelirrojo se giró retirando las lágrimas de tanto reír, pero al ver las orejas hacia atrás de Jeff su expresión re relajó un poco.
—Oye, cálmate. He venido a salvarte. A pesar de que hayan pasado cinco años sigues igual de desagradecido. ¿Así es como me has echado de menos, Jeff?
El lobo pareció rodar los ojos, echándose al suelo de puro cansando y mirándole después. Se negaba a pronunciar palabra, a pesar de que podía. A lo mejor había manera de que le dejase en paz… O al menos, eso pensaba. El rostro del medio vampiro se puso serio de repente.
—Oh, cierto… No te acuerdas de mí—el muchacho se agachó para quedar a más o menos la misma altura de Jeff. En sus ojos verdes podía leerse la decepción—. Será mejor que… Uhm… Me presente. Pero me siento incómodo hablando con un lobo. ¿Podrías volver a tu forma humana?
Jeff negó su cabeza peluda. 
—No—dijo en una especie de gruñido. Se negaba a mostrar su forma humana. ¿Y si era una trampa? 
—¡Oh, pues entonces no me presento!
« Y yo que me alegro… A quién le interesaría saber el nombre de este tipo… » Aunque en realidad, a él le interesaba. Pero no quería admitirlo.
—Bleue debe de estar esperándome… Y le prometí que traería a Jeff… ¿Qué dirá cuando le traiga esta bola de pelo?—el pelirrojo se había puesto a hablar solo—. Bueno… Habrá que volver a la Tierra tarde o temprano. Y cuanto antes mejor.
Entonces, sacó un puñal de su alforja y lo clavó de lleno en el suelo. Una circunferencia perfecta de color verde le rodeó, tanto a él como al lobo. Jeff no pudo apartarse, un resplandor le cegó inmovilizándolo por completo y obligándole a cerrar los ojos. 
Cuando los abrió, se encontraba dentro de una casa. Justo en un pasillo, detrás de la puerta. Parecía de lujo. ¿De verdad aquel joven tenía tanto dinero?
—¡Bienvenido a mi guarida!—exclamó el pelirrojo, simulando una risa malvada para después comenzar a toser claramente por la falta de ensayo. Jeff puso los ojos en blanco e hizo ademán de andar hacia dentro, pero entonces cayó en cuenta de que su cuerpo había cambiado. Debido al sobresalto del teletransporte que acababa de sufrir, se había transformado en un humano.
—Mierda—bufó mientras se levantaba, haciendo así que el desconocido se girase. Sonrió de oreja a oreja al verle al fin como un igual.
—¿Ves? Así estás más guapo—dicho esto le dio unos toques suaves con la palma de la mano en la mejilla y se marchó hacia dentro de la habitación—. ¡Bleue, he vuelto!
—Bienvenido—dijo una mujer de pelo turquesa y traje de sirvienta, el cual también le resultaba familiar a Jeff—. Oh, ¿le habéis traído de vuelta? Me alegro de que vuestra misión haya dado resultados.
—Puedes tutearme, Bleue… Me haces sentir igual de viejo que Raphael.
Jeff ladeó la cabeza sin entender bien lo que ocurría. Lo único que había entendido es que aquel chico era el dueño de la casa y la tal Bleue su sirvienta. 
—Esto… Está muy bien que me llevéis aquí y todo eso, pero no sé qué pinto en este lugar. Y… Estoy seguro que esto no es Valkyria, ¿cierto…?
—Ya habrá tiempo para hablar de eso—dijo Bleue—. Ahora descansad, no quiero ofenderos… Pero estáis bastante sucio.
—Quiero volver a Valkyria—exigió el licántropo, ignorando el comentario a cuanto su higiene—. Agradezco mucho todo lo que estáis haciendo por mí, pero tengo un asunto pendiente que hacer allí. Y no quiero molestaros.
El sonido de una puerta al cerrarse consiguió alarmarle. El pelirrojo retiró las llaves de la cerradura y las hizo girar alrededor de su dedo índice, mientras se apoyaba en ella cabizbajo. 
—No voy a dejarte escapar. No esta vez…
—Qué demonios, Cédric, has perdido la cabeza. ¡No puedes encerrarme aquí!—vociferó Jeff, asustado.
El mencionado alzó la mirada, con una mezcla de esperanza y asombro.
—Oh, espera—continuó el azabache, confuso—, ¿acabo de llamarte Cédric? Qué tontería… Me ha venido solo… ¿Por qué he…?
—Ese es mi nombre—cortó, con una sonrisa, para después avanzar hacia él y abrazarle de pura felicidad. Sin embargo, aquello duró poco, ya que Jeff le apartó con fuerza.
—¡Aparta! ¡Me da igual quién seas! ¡Quiero volver a Valkyria!
—Jeff…
—Mira, si vas a tenerme encerrado como un rehén no voy a cooperar. Me da igual que me puedas ayudar a recordar, sólo quiero marcharme lo antes posible de aquí y…
No pudo terminar de hablar, pues a los pocos segundos el tal Cédric le había empujado contra la pared más cercana, sujetándole por los hombros.
—No has entendido nada—su rostro estaba completamente serio. Parecía una persona completamente diferente al que había visto antes, mucho más sombría—. Ahora mismo estás tan indefenso y tienes todo tu cuello, un punto bastante vital, al descubierto. Y créeme, eso te hace más apetecible. No es que vamos a tenerte “encerrado como un rehén”, sino es que ya eres un rehén. ¿O acaso no recuerdas que soy de Dementia?
—Hijo de…—gruñó Jeff, pero debido a la paliza que le habían dado antes en Dexeria Oeste no pudo contratacar.
—Pero no estoy con Dementia exactamente, como dije antes—prosiguió Cédric—. No voy a usar tu confín a favor de ellos, sino a mi favor. Si quieres tomártelo por las malas, yo soy tu secuestrador y mi única recompensa será la recuperación de memoria. Quieres volver a ser libre, ¿no? Más vale que cooperes y recuerdes.
Jeff tragó saliva y bajó la mirada, rompiendo el contacto visual. Se encontraba demasiado cansado como para discutir. Pero…
—No tardarán en darse cuenta de mi ausencia—replicó nuevamente, no dejando perder su orgullo herido—. ¿Vas a arriesgarte a que te descubran?
—Sí—el pelirrojo puso los ojos en blanco, soltándose y separándose de él—. Dejemos esta conversación, ¿de acuerdo? No quiero discutir contigo y mucho menos después de haberte encontrado. Y como ha dicho Bleue, apestas… Es una mezcla de sangre, sudor y pólvora… Aggh. ¿Desde cuanto hace que no te lavas?
—No es asunto tuyo—bufó el licántropo, sintiendo arder levemente sus mejillas. Hacía días que no se duchaba, pero eso era debido a que estaba demasiado ocupado sorteando los campos minados y los campamentos Dementios. 
—Bleue, trae ropa de mi armario y una toalla. Tú ahora te vas a la ducha. Y si se te ha olvidado como lavarte, siempre puedo ayudarte—añadió, pícaro.
Jeff ladeó la cabeza inocentemente, sin entender a qué se refería.
—¿Eh? ¿Qué estás tratando de…?—su expresión cambió por completo, pasando al enfado. Y con un suave rubor en sus mejillas, por supuesto—. ¡Agh! ¡Eres…!
—Relájate, sólo era una broma—Cédric se encogió de hombros—. Pero si tantas ganas tenías…
—¡Cállate!

[. . .]

El dolor y la confusión que sentía Elliot eran tan fuertes que ni siquiera podía sacarlos al exterior. Había permanecido todo el rato mirando el libro de historia, pensando en lo que acababa de ocurrir. Si aquella persona no era su padre, ¿quién era? ¿Y a qué venía aquella visita de Nathaniel? ¿Cómo sabía que recuperó la memoria? Aquel asunto le asustaba y no por volver a estar entre vampiros, sino por más cosas… ¿Y si por culpa de aquellos asesinos chupasangre perdía a Cydonia para siempre? ¿Y si los demás vampiros se dan cuenta de que un humano sabe más de la cuenta y matan a su mejor amigo? ¿Qué pasará con Evangeline y él a partir de aquel momento?
—¡Mierdamierdamierdamierda!—apoyó los codos sobre el libro de texto, agarrándose el pelo de pura frustración. No podía concentrarse pensando en los cinco años que había pasado ignorando todo lo ocurrido en un intervalo corto de meses. Él lo tomó como cosas poco importantes y borradas debido al shock. Pero en realidad fueron los meses que más le enseñaron de la vida. Al menos, cuando tenía catorce años… Fueron los meses que pasó con Eva.
Pero ahora era un “adulto” (¿adulto, Elliot?), no tenía por qué depender tanto de ella. Además, había comprobado lo frívola que se había vuelto la vampiresa, incluso más que antes. Pero tenía el presentimiento que en aquella máscara de escarcha aún estaba ella. Sólo tenía que encontrarla.
—¿Por qué me preocupo tanto por esto?—se dijo a sí mismo, soltando un suspiro y dejando caer la cabeza sobre el libro—. ¿Porque tuvimos una “relación” bastante estrecha cuando éramos críos? No sé cómo, pero ella…
Cerró los ojos un instante. Oh, por favor, Eva no era lo más importante de todo aquello. ¿Qué pasaba con Cydonia? ¡Tenía que ir a Escocia! Posiblemente estuviese bien, ya que según Nathaniel su carácter se endureció por el tiempo que pasó sola. Recordaba a la perfección el momento en el que se marchó.
“¡Elliot, tú también deberías recordarlo… ¿Por qué no…? ¿Por qué me miras así? No estoy loca, Elliot. Los vampiros existen. ¿Te has olvidado de ellos…? No, Elliot, por favor, tú eres mi única esperanza… No me hagas esto… Eres lo único que me queda… La única persona que piensa que queda cordura en mí. Dame la razón… Por… Favor… No dejes que me lleven”.
¿Pero qué podía hacer un niño de catorce años? Nunca pensó que su hermana estuviese loca, sino algo trastocada por el supuesto secuestro. Todo terminó así… Por culpa de aquel colgante y aquel día. Saldría a por Cydonia de no ser porque Evangeline…
—¡Maldición! ¿Es que cada cosa que reflexiono tiene que terminar con ella?—vociferó, volviéndose a llevar las manos a la cabeza y revolviéndose el cabello con frustración—. Quien está loco de verdad soy yo… Empiezo a hablar solo...
Sí, fuer hace cinco años, pero… Necesitaba descubrir la verdad. Alzó la cabeza y miró su techo, sintiéndose como en una película de superhéroes. Alzó los brazos hacia el cielo en signo triunfante.
—¡Lo haré! ¡Tengo diecinueve años, soy todo un adulto…!
—Los adultos no cuentan sus pensamientos a gritos—suspiró una voz en la puerta. Elliot dio un salto en el asiento, mirando fijamente a la figura que había irrumpido sus pensamientos. Eva.
—Llama antes de entrar o harás que me muera de paro cardíaco.
—Es una de las mejores muertes, ¿sabes?
Elliot puso los ojos en blanco y se levantó del asiento, mirándole fijamente con los brazos cruzados. Continuaba algo molesto por lo que había ocurrido hacía relativamente poco.
—¿Cuánto tiempo llevas aquí?
—Acabo de llegar. Hace una media hora aproximadamente salí a buscar sangre. Y no me mires así: esta vez no he matado a nadie.
—Puedes… ¿Controlarte?
—Es algo que he aprendido al crecer—Evangeline suspiró—. Me pasé por aquí para comprobar si te diste cuenta de que me fui, pero sigues tan atolondrado como siempre.
—Quizás es que me trae sin cuidado lo que hagas con tu vida y por eso no pienso en ti en todo momento, ¿sabías?—bufó Elliot, sin olvidar el ego que tenía su compañera.
—Eso no es lo que gritabas—pero lo que sí había olvidado era el ojo que tenía para “detallitos” como esos—. Aunque bueno, a mí también me da igual.
—¡Joder, Eva, no te da igual!—exclamó, colocándose justo enfrente de ella—. ¡Si te diera igual no intentarías protegerme!
Dicho esto, posó una de sus manos sobre su pecho. Eva abrió la boca para replicar, pero Elliot habló primero. 
—¿Ves? ¡Está latiendo! ¡Puedo sentirlo! Tienes un corazón que funciona a la perfección. Estás aquí. Estás viva. Tienes emociones… Esta es la muestra.
—Muy conmovedor—murmuró Eva—. Pero ahora piensa y observa dónde has puesto la mano. 
Elliot miró a Eva, después a su mano, Eva, su mano…
La había liado. Era hombre muerto.
—Oh…—murmuró—. M-Mi mano está…
Después de salir de su estado de shock, la apartó lo antes posible. Sentía mucho calor en su rostro, por lo que supuso que se había sonrojado. Y efectivamente, lo había hecho.
—Lo siento, Eva. Yo no quería tocar ahí...—alzó la cabeza, atreviéndose a mirarla a la cara esperando encontrarse con la misma inexpresividad. Sin embargo, lo que se encontraba en frente suya era una expresión de hastío y posiblemente enfado debido al tic nervioso de su ceja—. ¡Lo sabía! ¡Tienes emociones!
—… Elliot…—respiró lentamente para calmarse, pero aquello era imperdonable—. Espero que esto ocurrido no salga a la luz… Por el bien de mi reputación y tu integridad física, ¿de acuerdo?
—¡Pero ha sido sin querer! ¡Y acabas de expresar enfado! ¡Ahora mismo lo estás haciendo!—la mirada de la medio vampiresa estaba sombría y cada vez avanzaba más hacia él con gesto beligerante—. ¿… Eva…?
Y esa es la historia de cómo Evangeline persiguió a Elliot por toda su casa. Más épico que The Legend of Zelda.

[. . .]

Jeff se miró en el espejo del baño después de la ducha. Se sentía más relajado que antes, eso era cierto, pero estar en la casa de un desconocido aún no se le olvidaba. Sobre todo lo que se había mencionado antes. Era un “rehén”. Y al parecer estaría allí hasta que recuperase la memoria. ¿Era bueno? En absoluto. La idea continuaba disgustándole. Aunque se le hubiera prometido protección aquello no le convencía. ¿Protección por parte de una persona del otro bando? 
Chasqueó la lengua, decidiendo dejar el tema de lado y observando las heridas que tenía en el torso. Algunas no eran tan superficiales como las demás, pero habían cicatrizado casi al instante y no se infectaron. También comprobó los moratones y las marcas que dejaron las pistolas eléctricas.
« No ha sido tan grave » se dijo a sí mismo, mientras cogía el suéter que le habían entregado para que cogiese algo más limpio. Se sentía incómodo con aquello, pero a la vez reconfortado. Se lo puso para después coger una de las toallas y secarse en pelo.
 Aquellas sensaciones que le causaba el hogar eran extrañas y a la vez agradables. Como los olores… Aquel suéter que le habían prestado le hacía sentir incómodo, pero el aroma que desprendía era familiar y por alguna razón le hacía sentir mejor. Miró la cesta donde había dejado su ropa sucia. Allí también había guardado el CDIS. Quizás pudiera llamar a alguien pidiendo ayuda…  Aunque estuviese en la Tierra. Guardó el dispositivo en uno de los bolsillos. No quería que se lo confiscaran, ya encontraría un lugar donde esconderlo.
Salió de la sala con la toalla sobre los hombros, soltando un suspiro y miró a su alrededor. No había nadie. Ni el pelirrojo ni la sirvienta estaban en el pasillo. Supuso que estarían en otro lugar, pero no escuchaba ruido alguno que el de la cocina. Respiró hondo. Aquella podía ser su oportunidad. 
Corrió lo más rápido que pudo por el pasillo que llevaba a la puerta de entrada y salida. Ambas manos se cerraron sobre el mango e intentaron girarlo. Pero había olvidado que Cédric la había cerrado. Maldición, ¿dónde estaban las llaves?
—¿Jeff? ¿Eres tú?—escuchó la voz de Cédric desde la cocina. No le quedaba tiempo.
—¡S-Sólo he tropezado al caer!—mintió, nervioso, buscando en la mesa auxiliar que había en el corredor algunas llaves. Pero  había demasiadas y poco tiempo como para probarlas todas.
—Mentiroso—unos pasos se hacían cada vez más audible hacia su posición. No le quedaba otra que intentar derribar la puerta o forzar la cerradura. Pero no estaba con todas sus fuerzas precisamente. Sus dedos volvieron a cerrarse en torno al mango con nerviosismo, intentando girarlo. La presencia cada vez estaba más cerca.
Se giró rápidamente al ver una sombra reflejada en la puerta. Sus ojos se abrieron con horror al comprobar que era Cédric. Y tenía un cuchillo en la mano derecha.
—¿A dónde ibas?—preguntó, ladeando la cabeza con gesto inocente. Como si no supiera el aspecto tan amenazante que tenía portando un arma blanca.
—A ningún lado...—respondió. Aquel debía ser la primera vez que pasaba tanto miedo en su vida.
—Eso pensaba—Cédric se encogió de hombros—. En fin, ya terminé de cocinar. Podría habérselo pedido a Bleue, pero seamos sinceros: el bistec siempre se le acaba quemando...
¿Comida? Aquello no le convencía demasiado a Jeff, sobre todo si tenía en cuenta de la persona que la había preparado tenía las pintas de un auténtico psicópata.
—No tengo hambre.
—El sonido de tu estómago no dice lo mismo. ¿Acaso no pensarás que lo he envenenado?
—¿Crees que soy tonto? Está claro que le has echado algo.
Cédric soltó un suspiro, pasando el cuchillo de cocina (ahora Jeff entendía por qué lo llevaba en la mano) por sus labios, manteniendo una sonrisa torcida.
—Come.
¿Morir por una puñalada o por un posible veneno? ¿Qué era mejor?
—E-Esto... Vale. Pero lo hago porque yo quiero y no por otra cosa, ¿me has entendido?
—Lo que usted diga, su alteza—rió. 
Por suerte, no le habían echado nada raro a la comida.
lunes, 15 de julio de 2013
No era fuera de lo común ver a una persona dando una vuelta en un carro de caballos en Escocia y mucho menos si se trataba de una pareja como lo eran aquellos. Sin embargo, pasaban por un camino poco frecuentado así que ellos no tuvieron por qué preocuparse para mantenerse  ocultos. Un hombre de aspecto socarrón llevaba a una dama, que mantenía su aspecto oculto por una espesa bufanda y un sombrero, el cual daba tantas sombras que su rostro era casi irreconocible. 
A pesar de que llamasen la atención, lo que querían era integrarse entre tanta gente que pasaba por la calle comercial. Únicamente para encontrar a un grupo de personas entre la oscuridad. Y allí estaban. La figura más alta era femenina. A su lado, podía distinguirse la silueta de un hombre de mediana edad, que se mantenía apoyado en el hombro de otro, algo más alto que él. Pero lo que más destacaba en él no era precisamente su altura, sino su enorme nariz. El carro de caballos paró de repente. La dama, que se encontraba a la izquierda y justo en frente de ellos, se quitó el sombrero. Ante la cara de sorpresa que puso el trío, sonrió. Los cabellos blancos de la mujer le hacían parecer canosa, pero su rostro denotaba su juventud. No debería tener mucho más de veinte años, quizás veintidós o veintitrés. Sus ojos hacían un fabuloso contraste con el blanco de su cabello, siendo las joyas esmeraldas de su bella cara.
Sin embargo, la sorpresa del hombre de mediana edad no fue la juventud de la albina, sino el rostro. Se le antojaba curiosamente familiar. Cuando cayó en cuenta, una mueca de hastío se mostró en su boca.
—¡Tú! ¡Tú maldita cría! ¿Después de causar problemas en mi bosque osas venir aquí? 
—¡Ayrton!—exclamó la mujer alta. Cuando la luz consiguió deslumbrar un mínimo de su rostro, la fea cicatriz de su mejilla izquierda—. ¡No puedes hablarle así, ella…!
—Sí, sé perfectamente quién es ella—el denominado Ayrton escupió al suelo, provocando una mueca de asco del narizotas—. Ella es Cydonia D’Arcangelo. También conocida como la Elegida. Y también la culpable del lío que se armó en mi bosque. Aunque, en cierto modo, su presencia ayudó a librarme de ese enano y de esos lobos NeoDelta… Pero, ¿tú no deberías estar encerrada en tu loquero?
—Yo debería ser considerada una loca… Y tu sobrino debería estar muerto. Ya ves, querido Ayrton, que la vida da giros inesperados—dijo Cydonia, manteniendo una cruenta sonrisa en los labios. Si antes el hombre parecía asombrado, su reacción no tenía nombre.
—¿¡Me estás diciendo que el enano de Jeff sigue vivo!? ¿¡Cómo sabes tú eso!?
—Valkyria—Cydonia miró un momento al cielo estrellada, para bajar la mirada—. Pero no hemos venido a hablar de eso. Me habéis contratado para conseguir información sobre esos nuevos “vampiros” que han aparecido, ¿cierto?
—Efectivamente—el hombre que se encontraba al lado de Ayrton asintió—. Hemos oído tus conocimientos con vampiros y tus hazañas a pesar de tu juventud. Y creo que nos ayudarías mucho si consigues que este anuncio no se nos vaya de las manos… No sé si me entiendes, si el gobierno se entera de la existencia de vampiros las cosas se torcerían demasiado. 
—¡Y sobre todo si se entera Estados Unidos! Ellos sí que podrían exterminar a todos los vampiros, con lo preparados que tienen a sus espías del FBI. Los vampiros puros tendrían que tomar medidas extremas y seguramente la humanidad entablaría una guerra con los chupasangre. 
—Estoy al cargo del riesgo. Dejádmelo a mí y...
Cydonia no pudo terminar de pronunciar la frase. Un disparo se escuchó por todo el poblado. Los siguientes momentos fueron confusos. 
—Cydonia, ese acompañante tuyo… Sabe demasiado—Ayrton sujetaba una pistola semiautomática y apuntaba en dirección al chófer de la albina. La bala colapsó de lleno en la sien, haciendo que el pobre hombre cayese al suelo. Cydonia soltó un grito, no sólo por ver a la persona que le había llevado hasta allí morir delante de sus ojos, sino porque la pólvora había conseguido dañarle a la mirada. Cogió las riendas de los caballos y se dispuso a marcharse de allí, aun sintiendo el picor en los ojos.
Llevando el mando del carro con mucho esfuerzo, sacó su teléfono móvil del bolsillo, llamando a su número de emergencias. Nathaniel.
—Nath, no preguntes y escucha—gruñó la albina, intentando poder sujetar con el hombro el dispositivo mientras tomaba las riendas del carro—. Ve a Inglaterra. Mira si Elliot está bien y pide ayuda a Alex. Ya te lo contaré más tarde.
Y dejó caer el teléfono, el cual se partió en pedazos nada más colapsar con el suelo.

[. . .]

Derek esperaba con impaciencia la llegada de Elliot al lugar citado. Posiblemente sólo se haya retrasado poco más de un minuto, pero el neozelandés estaba excitado por el curioso caso vampírico. Cuando el albino llegó, hizo ademán de comenzar a dar saltos de alegría, pero ver a otra figura a su lado le hizo ponerse completamente pálido.
—¡Elliot!—exclamó, una vez se acercó a ellos—. ¡Te dije que no metieses a Anouk en esto!
La chica del mechón azul chasqueó la lengua.
—¿Meterme en qué? Yo sólo vengo porque Elliot me dijo que me ibas a invitar a comer pescado y marisco, ¿O es que no es verdad?
Derek miró al albino, quien mantenía una sonrisa en los labios. No sabía qué hacer. Se debatía entre darle un abrazo por brindarle una oportunidad estupenda de estar con Anouk o pegarle una bofetada por meterla en un asunto como aquel. Aunque parecía que era el único que iba a tomarse todo en serio. 
—¡Venga, a disfrutar de la cita!—rio Elliot, afable, mientras le daba una palmada a Anouk para que se acercarse a Derek. Él se marchó de allí lo más rápido posible, pensando que se había librado de hacer una estupidez. Aparte de que ayudar a su amigo en cuanto al tema de su amada le hacía sentir mejor persona. Respiró hondo, teniendo la mente limpia de toda preocupación. Hasta que escuchó la conversación de un chico y una chica que pasaban justo a su lado.
—Los planes se han torcido un poco—dijo la fémina, de voz aterciopelada e increíblemente dulce a los oídos del albino—. Gustave, informa a mi padre de que la reunión será cancelada.
—De acuerdo, madame.  
—Te he dicho que no me gusta ese término
Elliot se paró en seco, girándose a los dos desconocidos. La voz de aquella chica… No podía reconocerla, ya que iba de espaldas, llevando como prenda una simple sudadera gris y falda negra. Aquel estilo no se le hacía familiar, pero cuando aquella extraña se giró al sentirse observada, lo entendió todo. Aquellos ojos verdes, esos mechones escarlatas que se asomaban majo la capucha…
No pensó en lo que le dijo Derek, sino que en otra cosa. Los recuerdos vinieron a él, como si le golpeasen con una maza. Las nieblas en su memoria se habían disipado, mostrando la realidad de sus recuerdos.
« Eva »
Ella también le había reconocido. No pensó en nada más que correr, que correr al comprenderlo todo. Ya no tenía nada más que recordar, sólo quería buscar nuevamente aquella carta. Leerla y releerla de nuevo. 
Al fin y al cabo, su hermana no estaba loca. Y Eva aún seguía con vida. 
La pelirroja, en cambio, hizo ademán de correr tras él, pero soltó un suspiro de hastío al ver que era más rápido y aquello no haría más que atraer sospechas de los transeúntes. Dio una patada a la pared más cercana.
—¡Maldición!
—¡Madame!—le reprendió Gustave, ante su reacción soez. Evangeline entornó los ojos.
—Me ha descubierto—gruñó, ignorando al mayordomo—. Y ha recuperado la memoria.

[. . .]

—¡Hola, Elliot! ¿Ya has vuelto…? Eh, ¡espera! ¿A dónde vas con tanta prisa?
—¡Se me ha olvidado hacer una cosa, papá!—se excusó el albino, subiendo las escaleras de su casa a una velocidad de vértigo. Tenía que recoger sus cosas y marcharse de allí cuanto antes. El hecho de que Philip rondaba por la casa hacía las cosas más difíciles, pero tenía que buscar a Cydonia. ¿O volver a por Evangeline? La cabeza le dolía a horrores de tanta confusión y lo único que quería eran respuestas. Y saber por qué no recordaba nada de lo ocurrido. Lo único que deseaba era volver a como todo era antes. Aunque los vampiros estuviesen a su alrededor, él era feliz. 
Comenzó a meter ropa dentro de un macuto. “No, mejor que sean dos” se decía, a la vez que hacía las maletas. Con poco equipaje, dejando sus figuras de acción y sus pokémons atrás. Pero había algo más importante: limpiar la reputación de su hermana. Por culpa de la amnesia habían pensado que estaba loca y se marchó de casa. Muchos les dan por perdida, pero él sabe que está viva. Y en un estado claro de cordura. ¿Cómo pudo Cydonia recordarlo todo antes que él? ¿Y cómo pudieron privarle de todo recuerdo de aquella aventura?
Estaba confundido y furioso. Cerró la cremallera del macuto con violencia, mientras se colgaba otra bolsa del hombro y se disponía a bajar las escaleras con la misma velocidad que las había subido. Si su padre se interponía, le haría un placaje. Total, él los abandonó y ahora recuerda cómo. Pero, ¿qué pasó con los demás? Es lo que continuaba preguntándose a sí mismo. Quizás encontrase respuestas en el bar Los Leones. Recordar aquella noche tan hermosa no le hacía más que provocarle dolores de cabeza. 
Una figura delgada se puso justo en frente con decisión, extendiendo los brazos. Elliot procedió a la operación “Dejar a mi padre K.O”, pero entonces Philip alzó los brazos en su contra y pronunció unas palabras en un idioma que no entendía. Una fuerza empujó al humano contra las escaleras sin darle tiempo a reaccionar. Como si se tratase de energía estática, estaba pegado a la superficie, sin poder moverse en absoluto. Quiso preguntar, pero las palabras se rompían al intentar salir de su garganta.
—No te marcharás—dijo el hombre. Sus ojos marrones tras las gafas de cristal parecieron brillar con puro fuego. 
—Papá… ¿Qué has hecho?—consiguió articular. 
Philip abrió la boca para hablar, pero la puerta del hogar se abrió repentinamente. Unos hombres de rostro cubierto irrumpieron, rodeando a padre e hijo. Elliot trató de incorporarse como pudo, pero sintió unas fuertes manos agarrando sus brazos e inmovilizándole. Habían sido siete personas exactamente las que entraron en la casa. Las cosas cada vez se hacían más confusas y  
—Viejo, el algodón se va con nosotros—pronunció uno de ellos.

[. . .]

Como bien dijo el desconocido, Jeff no tuvo muchos problemas en llegar a Dexeria oeste. Las torres de teletransportes eran cómodas por una parte, ya que podías marchar de un lugar a otro de Valkyria en un abrir y cerrar de ojos, siempre que cada torre estuviera conectada. Sin embargo, el licántropo se encontraba entumecido después del viaje. 
Las calles de Dexeria oeste eran bastante más irregulares que las de Dexeria central. Había escuchado que era un lugar de caos, donde solían traficarse esclavos o haber infinidad de peleas. Pedía explicaciones a los ciudadanos que tenían pinta de ser legales, aunque cuando se acercaba no hacían otra cosa que huir. Posiblemente hubiesen pensado que era un bandido. Hacía ya muchas semanas que no se daba una ducha, estaba lleno de suciedad y olía a pólvora y sudor. Su cabello estaba descuidado y ya hasta llegaba a tapar los ojos. A pesar de que hubiera dejado la metralleta que le habían dado, su aspecto era temible. Unos pocos se paraban, no sin algo de temor, a darle las indicaciones que el joven precisaba. 
Tampoco dejó de recibir las llamadas de aquel desconocido perteneciente al cuerpo de Dementia. Le había mandado a buscar una taberna, argumentando que él estaría ahí. 
« Así que quiere que nos encontremos, ¿eh? » se dijo, pensativo « Debo estar alerta a cualquier cosa que haga. No sería de extrañar que trajese consigo refuerzos. Me estoy metiendo en un terreno peligroso »
Siempre podía tirar el dispositivo, romperlo o dárselo a otra persona. Pero el hecho de que aquella persona supiese de su pasado no era más que una tentación para encontrarse con él.
—¡Los mejores esclavos traídos desde todas partes de Valkyria!—exclamó un hombre barrigón y de mal aspecto. Estaba elevado sobre una caja de madera para hacerse oír entre la multitud. Jeff soltó un suspiro de puro hastío, ni siquiera quería ver lo que estaba ocurriendo allí. Odiaba la situación en la que se sometían aquellas pobres personas, pero no podía hacer nada ni tenía el dinero suficiente como para liberarles. Antes de empezar a sentirse poca cosa en un mundo de destrucción, decidió marcharse mientras las subastas de personas iniciaban. Sin embargo, hubo unas palabras que consiguieron quedarse de piedra.
—Y aquí tenemos a un muchachito ejemplar. Puede parecer enclenque, ¡pero no es nada más ni menos que el hijo del famoso capitán Backus! Y admiren este sedoso pelaje. Aparte de que es muy manejable, ¡sólo tiene trece años!
Jeff intentó hacerse paso entre la multitud, deseando que aquello que acababa de escuchar fuese sólo un farol y no la realidad. Comenzó a dar saltos para ver quién era el esclavo subastado. Pudo ver unos cabellos rojos y orejas de gato. Es lo único que consiguió divisar. Su piel se volvió tan blanca como las nubes, sintiendo que había perdido la respiración y la vida. Y en ese momento, recordó las palabras de Desmond.
« Cuida… de Christian… »
Un quejido se escuchó, acompañado del sonido de un cascabel. ¿Por qué tenían que vestirlo así, como si se tratase de una mascota de verdad? Seguramente era para adornar y escuchar cuando quería escaparse. Apretó los puños con rabia, sintiéndose impotente ante la situación. ¿Qué podía hacer?
Sólo quedaba una cosa: perder el control.

[. . .]

—Viejo, el algodón se va con nosotros—pronunció uno de ellos.
Elliot aún no cabía en su asombro. ¿De verdad estaba ocurriendo todo aquello? Pero la pregunta que no dejaba de hacerse a sí mismo, era más bien un “¿por qué ocurre esto?”. Encontraba a Evangeline, recuperaba la memoria… Y ahora querían raptarle. Era horrible. Aquellos brutos no hacían más que apretar su aguante, a lo que el albino soltó un quejido de dolor.
—¡Dejadle!—anunció una voz femenina y firme de la nada—. No podemos usar otro ataque de amnesia contra él, su mente se ha fortalecido.
La mirada de Elliot se centró en aquella figura que vio por la calle, aquella pelirroja encapuchada que en aquellos momentos se encontraba pasando por la puerta de su casa.
—… Eva…
—Pero, madame… —respondió uno de los vasallos, el cual sujetaba a Elliot junto a su compañero.
—Hacedme caso o sufriréis las consecuencias—sus ojos verdes parecían desprender llamas—. Soltadle e id a por el otro.
—¡Espera!—Elliot se levantó de las escaleras una vez los secuaces le hubieron soltado—. ¡No puedes hacerle daño a mi padre!
—Esta persona no es tu padre—suspiró Evangeline.
—¿¡De verdad puedo creer a la persona que tuvo que ver con mi amnesia!?—exclamó, hecho una furia. Ante esto, los guardias de la medio vampiresa se pusieron a cubierto, pero esta con un gesto les informó que les dejase hablar—. ¿¡Puedo confiar en la persona que me dejó sólo después de haberme prometido estar a mi lado!?
Y era cierto. Ahora que lo recordaba todo, entendía aquella carta y en su memoria permanecían clavadas las últimas palabras de Evangeline. Esta permaneció en silencio unos segundos, para después acercarse con lentitud hacia él. Las expresiones de su rostro eran tan nulas como siempre, pero Elliot fue capaz de percibir una mezcla de rabia y frialdad aquella vez. Antes de poder advertirlo, Eva le asestó un fuerte golpe con su puño. A pesar de su baja estatura y su aspecto enclenque, su condición de vampiresa le daba una gran fuerza. Elliot acabó impulsado hacia atrás.
—No entiendes lo que es estar al borde de la oscuridad, pensar que vas a morir y que no volverás a ver a tus seres queridos—murmuró con un hilo de voz—. Los humanos sois una panda de egoístas, sólo pensáis en vosotros mismos sin daros cuenta de lo que ocurre a vuestro alrededor.
Y lo había vuelto a decir. Declarar que los humanos eran únicamente egoísmo puro… Es lo que dijo Evangeline cinco años atrás. Pero esta vez, Elliot no pensaba quedarse callado. 
—¡Eh!—exclamó un secuaz—. ¡Philip se marcha!
—¡Corred! ¡No dejéis que se escape!—ordenó Eva, haciendo que las siete personas que habían irrumpido en la casa saliesen de allí, dejándola a solas con Elliot. La vampiresa fue a clavar su mirada ante la presa, retándole a replicar. Pero Elliot había desaparecido. Segundo después, apareció nuevamente bajando las escaleras nervioso y con un papel entre sus manos. 
—¡Míralo!—le espetó, colocándolo justo frente a los ojos de la medio vampiresa—. ¡Es lo que escribiste hace cinco años! ¿Acaso piensas que una persona que no es humana es capaz de escribir esto?
Eva leyó la carta detenidamente, con frialdad en el rostro. Después se la tendió a Elliot. 
—De niña era demasiado sensible—suspiró—. Mira que dejar la vida rindiéndome… Qué estúpida era.
Elliot aún no cabía en su asombro.
—Pero esa carta es ajena a lo que va a ocurrir—Eva le miró fijamente—. Elliot, tienes que creerme. Él no es tu padre. Tu padre ya no está aquí y créeme que no volverá. No puede volver. Y esa “persona” sólo quería utilizarte.
—Si como bien dices no es mi padre—cosa que Elliot aún no creía—, ¿quién era?
—No tengo ni idea, pero por tu propia protección teníamos que detenerle. No te preocupes por el sustento económico, yo misma me encargaré de darte los mismos lujos que tenías antes de que las cosas se torcieran. Así que quédate en casa y sigue con tu vida como si fuera normal. 
—Pero… Yo quiero buscar a mi hermana… Iré a buscarla digáis lo que digáis.
—¿Qué pasará con los profesores? ¿Qué escusa se pondrá esta vez para que faltes tanta tiempo a la universidad? ¿Otro secuestro? Y también están tus amigos, ¿no crees que se preocuparán?—Eva puso los brazos en jarra—. Llamarías mucho la atención si te marchas ahora, así como así. Piénsalo.
—Además, Cydonia está bien—pronunció una voz ajena a los dos jóvenes.
Elliot se giró hacia la puerta, apunto de soltarle una maldición a aquella persona que había osado entrar porque sí. Estaba cansado que la gente entrase en su casa porque sí y sobre todo para decir algo como aquello. Era imposible que Cydonia estuviera bien y ¿qué sabía esa persona? Pero al ver ese rostro…
—¿Nathaniel?—preguntó, nada más reconocerle. La situación era muy, pero que muy incoherente.

[. . .]

La taberna de Dexeria oeste rezumaba un ambiente sumamente asqueroso. Se decía que dementios se reunían ahí. Normal de un lugar tan caótico como lo era aquel. Había un par de borrachos jugando a las cartas en una esquina, aunque más que jugar no hacía nada más que pegarse a gritos y amenazar con iniciar una pelea. El tabernero tampoco era demasiado legal que digamos, había rumores sobre las deudas que tenía. 
La única persona que tenía un aspecto más o menos decente se dedicaba a permanecer sentado en una de las mesas del fondo, mirando hacia el exterior de una ventana, como si esperase a alguien.
—Oye, tú, pelo tomate—le espetó el tabernero, haciendo referencia al color de la cabellera del muchacho—. Si no vas a tomar nada ya te puedes ir a tomar viento en otro lado.
El aludido le lanzó una mirada asesina, pero no dijo nada. Soltó un suspiro y procedió a salir de allí. Si la persona citada no iba hacia la taberna, tendría que buscarla él mismo. Y tenía su localización, pero le decepcionaba el hecho de que no estuviese ahí.
—¡Oh, por Vell!—exclamó una de las transeúntes, que se marchaba corriendo de allí junto a unos cuantos más.
—¡Hay que evacuar este lugar!—un hombre de mediana edad cogió al pelirrojo por los hombros y empezó a agitarlo—. ¡Un peligro inminente!
—¿Peligro inminente?—el muchacho soltó una carcajada—. ¿No estáis acostumbrados a los peligros aquí en Dexeria oeste?
—¡Sí a los humanos, pero no al ataque de una bestia! ¡Corre por tu vida, medio vampiro!—y el hombre salió corriendo. El chico soltó un suspiro, reflexionando sobre lo que acababa de decir. Y comenzó a atar cabos.
—¡Para que después digan que yo me meto en líos!—bufó después de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. ¿Una bestia? ¿De qué otra persona podía tratarse?
Aunque fuese un asunto serio, se encontraba feliz porque su encuentro se acercaba. 

viernes, 5 de julio de 2013
Las nubes estaban más oscuras de lo natural y cubrían un cielo gris. El paisaje no era nada del otro mundo en Londres. Para muchos era depresivo, pero Elliot se mantenía completamente neutral ante ello. Estaba cómodo con esa monotonía a la que estaba acostumbrado. Las gotas de agua caían sobre su paraguas, proporcionando un sonido rítmico, como si se tratase de un tambor. Ajustó mejor su bufanda, sintiendo así más calor en el cuello. El invierno eran de las estaciones más relajadas a su parecer y él se sentía como si estuviese en estado de hibernación, casi sin hacer nada, únicamente respirando. Lo malo de todo ello era la pereza, no gustaba para nada tener que levantarse a tempranas horas de la mañana para iniciar con su horario de clases.
Soltó un bostezo nada más llegar a la fachada de la universidad. “Facultad de Historia”. Era lo que quería estudiar y aquel era su segundo año. De todos modos, a pesar de que haber ingresado en una universidad tan buena como lo era aquella, sentía como todos los días se le hacían igual de aburridos. Quizás necesitase un cambio de aires, o bien una buena siesta. Con los ojos adormilados, se propuso a entrar, hasta que sintió como un brazo rodeaba sus hombros. Se giró bruscamente y pudo ver a Derek. Se trataba de su primer y mejor amigo. Lo conoció en el bachillerato de economía. Otro friki como él, lo que pasa que él era un tanto más abierto y espontáneo. Derek era un muchacho de hombros anchos y piel algo más colorida, debido a que venía de Nueva Zelanda. Nada más descubrir que procedía del lugar donde se grabó la famosa película del Señor de los Anillos, consiguieron hacer bastantes buenas migas. Su cabello castaño claro caía a ambos lados del rostro, enmarcando sus grandes ojos azules.
—¡Venga, anima esa cara! ¡Que hoy es viernes!
—Muy divertido—comentó Elliot, con cierto tono sarcástico, pero a la vez manteniendo una sonrisa en los labios. Aquella broma le recordaba que era lunes. Y él odiaba los lunes. Derek se separó de él, alzando una ceja.
—¿Qué te pasa?
—Es mi almohada… La echo de menos—rio el albino, frotándose un ojo. Derek soltó una carcajada a su vez.
—Y yo a mi cama… Y a mis edredones… Y Anouk a mi lado.
—¿Anouk?—Elliot volvió a soltar una risilla mientras avanzaba hacia el edificio, a lo que Derek le dio un leve golpe en la nuca—. ¡Ah! ¡Si sigues así de bruto, nunca te va a querer!
—Pfff…—bufó el otro—. Tú no sabes lo que a Anouk le gusta.
—¿Y qué me debería gustar, según tú?
Derek y Elliot pegaron un brinco en el sitio nada más escuchar aquella voz. Frente a ellos se encontraba una figura alta. Debajo de su gorro de lana podía verse su cabello, de una tonalidad rubia oscura. También se distinguió el característico mechón teñido que llevaba la muchacha, de un color turquesa. Lo cambiaba a meses. Mantenía una mano reposando en su cintura, con gesto beligerante, mientras que clavaba su feroz mirada parda en Derek.
—Buenos días, princesa—saludó el neozelandés, con una sonrisa. La mencionada puso los ojos en blanco, con gesto de hastío y le dio un coscorrón en la cabeza.
—Cállate, anda. Que así estás más guapo.
—¡Me has dicho guapo!—bromeó Derek, sonriente. Aunque se emocionase por aquel hecho, lo único que quería era cabrearla. Anouk optó por ignorarlo y entrar en la sala como los demás estudiantes. Derek se adelantó a Elliot para colocarse al lado de la rubia, comenzando a hablar de temas triviales y sin importancia. El albino soltó un suspiro y miró su reloj. Si no se daba prisa, llegaría tarde a la clase. 
Tenía que examinar piedras. Qué divertido. De todos modos, él comenzaba a tener otras cosas en las que pensar. Las lagunas de su mente comenzaban a despejarse como si se tratase de magia. Y estaba atando cabos para descubrir lo que ocurrió cuando tenía catorce años. 

[. . .]

Mientras tanto en Dexeria, Valkyria, las cosas no iban demasiado bien que digamos. Los momentos que había vivido Jeff en pocos segundos se habían vuelto considerablemente confusos y aún le costaban asimilarlos. 

—¡Capitán! ¡Tenga cuidado, estos son explosivos y no tardarán en esta…!
—¡A cubierto todos! ¡Emilie, encárgate de Curtis! ¡Federick, tú cuídanos la retaguardia! ¡Jeff, ven conmigo!
—Demonios… ¡Es una emboscada!
—¡AAGH!
—¡Capitán!
—Cuida… De Christian… Dile a Diana… Que la quiero…Y siempre le querré...

Jeff había conseguido huir de aquel ejército dementio, el cual era el culpable de todo aquello. Aún sentía las heridas producida por los cuchillos de batalla. Tenía el rostro y los brazos llenos de magulladuras, pero continuó hacia delante, buscando un lugar seguro. Dudaba de cuántos días había estado deambulando por los lares, sorteando las campañas de los dementios con sumo cuidado. La mayoría de las veces había tenido suerte, pero las otras les había pillado y tuvo que recurrir a su forma lobuna para huir de allí.
Estaba herido de gravedad, pero por suerte no habían usado la plata contra él. Si algo era característico de Dementia, es que tenía poca diversidad de raza. Todos eran humanos, pero se rumoreaba que habían seres oscuros que se apoderaban de ellos, tales como eran los demonios y sus variaciones. De todos modos, aquellas eran leyendas y además, al ser los humanos tan básicos, no conocían todas las debilidades de cada raza, tales y como serían el sol para los vampiros y la plata para los licántropos.
Se sentía como un cobarde. Había dejado atrás el cadáver de Desmond y se llevó su identificación, para que su familia pudiera tener al menos un recuerdo de él. Por no decir el resto del equipo. ¿Qué pasaría con Emilie, Federick y Curtis? Seguramente le tomarían por un enano que sólo sabía huir en momentos difíciles. Y es lo que era. Un enano. A pesar de sus veintidós años, todo el mundo le trataba como un crío y eso empezaba a ser tedioso. Se preguntaba cómo le diría a Diana la muerte de su esposo, Desmond. 
Miraba constantemente su CDIS y la placa del difunto capitán Backus. No quería recordar su muerte. Le habían fusilado por protegerle, entre un montón de pistolas. Le dijo que huyese y protegiese a Christian, su hijo. El pueblo de la familia Backus estaba en las cordilleras de Dexeria, por lo que tuvo que recorrer mucho camino para llegar hacia allá y la nieve no ayudaba demasiado. Con el dispositivo descubrió que las tropas dementias se habían dado por vencidas y dieron la retirada, pero unos cuántos se habían quedado en Dexeria central. Era toda una casualidad que coincidiese en el lugar donde había marchado junto a Backus. También en su CDIS tenía guardada las direcciones de los dispositivos con los que mantuvo aquella misteriosa llamada. A pesar de que hubiese sido con el CDIS de Desmond, disimuladamente comprobó los números y los guardó en la memoria de su dispositivo. Sentía una gran curiosidad por aquella persona que le conocía. Además, estaba hablando con la jefa…
Después de lo que supuso él que eran cinco días de caminata, llegó a la llanura. El pueblo donde vivía Desmond, con su hijo y su mujer. Encontró a un muchacho que vigilaba por si venían los dementios. Al reconocer que él no era ningún enemigo y preguntaba por Diana y Christian, su cara se puso blanca. Le señaló la dirección de la casa, que no estaba demasiado lejos de allí. Luego de dar las gracias cortésmente, se dirigió hacia el lugar, nervioso y buscando palabras adecuadas para informar de la muerte del capitán.
Al llegar al hogar, se sorprendió enormemente al ver la simpleza de este. Se trataba de una pequeña cabaña a las orillas del río. No esperaba que el capitán tuviese un hogar tan rústico y natural, pero si se paraba a pensarlo, era comprensible. De tanto tiempo estar metido en la ciudad, necesitaba la tranquilidad que le proporcionaba un lugar como aquel. Las paredes estaban hechas con láminas de madera de roble, al igual que las puertas. Atado a un árbol, había un neumático en posición horizontal. Supuso que era para que el hijo, Christian, se divirtiese un poco en un lugar tan tranquilo como lo era aquel. Si bien le habían contado, a pesar de contar con trece años el chico era muy infantil. 
La cabaña estaba cubierta por un bonito jardín, donde había un estanque lleno de peces y algunas figuras de piedra. También había una casita para pájaros. Aquel ambiente era bueno para la relajación, pero no había llegado ahí para deleitarse la vista. Carraspeó varias veces, recordando lo que iba a decir, antes de llamar insistentemente a la puerta. Una mujer de cuarenta años abrió. Mantenía una sonrisa en el rostro.
—¿Deseas algo, chico?
Jeff pasó por alto el hecho de que le hubiese llamado así, como si se tratase de un simple adolescente. Estaba a punto de pasar por un mal momento debido a las noticias.
—Sí. Verá, señora Backus… Venía a hablarle de su marido, el capitán…
—Oh, ¿así que eres de su equipo? Se marchó hace una semana en una misión especial, escoltar a alguien, ¿me equivoco?—el licántropo ladeó a cabeza sin entender muy bien lo que decía. Entonces, cayó en cuenta de que la persona protegida era él. Le habían llevado allí para algo, y al parecer tenía que ver con la jefa y aquella persona que escuchó por el CDIS.
—Es largo de explicar.
—¡Pues pasa, anda! Oh, estás herido… Te curaré—Diana, la señora Backus, tiró del brazo de Jeff hacia dentro antes de que pudiese quejarse. El interior parecía aún más rústico que el exterior y era bastante agradable. Cuando la mujer hubo cerrado la puerta, se apoyó sobre ella, tapando el rostro con las manos. Lloró desconsoladamente.
—Dime que Desmond sigue vivo…

[. . .]

Elliot permaneció mordiendo su bolígrafo con nerviosismo, mirando el pequeño plano que había montado sobre los recuerdos más recientes de sus catorce años. Era lo primero que había hecho nada más llegar de la universidad. Efectivamente, era aquello lo que más le preocupaba. Los recuerdos venían en imágenes borrosas y había algo que no encajaba. Parecía que aquella pequeña laguna empezaba a desvanecerse, pero una barrera la impedía recobrar todas sus memorias.
Dibujado en un papel, estaba todo lo que recordaba sobre el verano de 2017, hace exactamente cinco años. Primero, su padre cogió las maletas para marcharse y abandonarles, diciendo cosas extrañas. Eso aún está por recordar. Les habían dejado al cargo de su abuela Corinne. Cydonia corrió tras el coche de su padre, como si con eso consiguiese evitar su marcha. Pero, si Philip había dicho que sólo era un viaje de negocios… ¿Por qué se preocupaban tanto? Había cosas que no encajaba, pero dejó eso de lado y continuó dibujando flechas y datos en el papel.
« Después de eso » continuó pensando « No quise hablar con mi abuela, ya que le culpaba de la marcha de mi padre. Así pues, me marché a mi habitación… Pero… ¿Qué ocurrió ahí exactamente? Me sentí muy extraño, pero a la vez aliviado. Es como si algo… No, alguien consiguió consolarme. Pero no fue un encuentro normal… »
Soltó una maldición. Cuanto más pensaba en el nombre de esa persona, más le costaba concentrarse. Suspiró, pensando que ese dato no era relevante. Continuó con sus reflexiones.
« Meses pasaron… Y por alguna razón, fueron bastante buenos a pesar del abandono de mi padre. Poco recuerdo de Corinne, lo único que consigo ver es a mi hermana y Caras sin rostro… También recuerdo estar atado a una silla por una situación extraña, pero alguien me salvó y después de eso… Ocurrió algo maravilloso. No lo sé, pero estoy seguro de que fue hermoso. Me pongo nervioso de sólo pensar en ello. Pero me veo incapaz de recordarlo… »
Los siguientes recuerdos estaban en blanco. No había pista alguna para atar cabos. De repente, una idea se le vino a la cabeza. La carta. Se apartó de su escritorio rápidamente, buscando en los cajones el papel. Sí, lo había estado guardando durante años. Y sabía que algún día le iba a ser útil. Pero antes de empezar a rebuscar nada, la voz de su padre desde la planta inferior.
—¡Elliot! Derek está aquí.
Alzó una ceja. No le importaba la presencia de su amigo, pero al parecer tendría que dejar la búsqueda de sus recuerdos más tarde. 
—Dile que pase—exclamó, abriendo la puerta de su habitación para que Derek pudiese pasar después. El ruido de unas pisadas aceleradas le provocaron un mal presentimiento, pero su cabeza aún estaba intentando recordar qué decía esa carta de despedida.
—¡Elliot!—le llamó su amigo, una vez hubo llegado a la habitación—. ¡Tengo algo importante que decirte!
Estaba nervioso, quizás demasiado. El albino le dedicó una mirada de incertidumbre, alzando una ceja.
—¿Has vuelto a tomar cafeína?—no era un secreto que Derek era hiperactivo y las bebidas estimulantes no le sentaban demasiado bien.
—Es posible, ¡pero tengo algo que contarte!—cerró la puerta tras de sí, para que nadie pudieran escucharlos. Después, se apresuró de cerras las ventanas.
—¡Eh! ¿Qué estás haciendo?—se quejó el más bajito de los dos. Aunque Elliot fuese alto, comparado con Derek parecía un crío. Su amigo medía exactamente dos metros y su aspecto imponía bastante.
—No quiero que nadie se entere de esta conversación y me tome por un loco—respiró hondo.
« Como si no lo estuvieses ya » pensó Elliot, pero tenía el presentimiento de que era un asunto grave. Por lo que se dedicó a permanecer en silencio mientras que Derek procedía a explicarle la situación.
—Los vampiros existen—le dijo, con un brillo en su mirada. Si estuviese en otra situación, Elliot hubiese suspirado ignorándole por completo. Entendía perfectamente la obsesión que tenía Derek por aquella raza ficticia, pero normalmente se le hacía tedioso hablar todo el día de seres que se dedican a beber sangre por la noche. Sobre todo si recordaba que su hermana se había escapado de casa por hablar de ellos.
—¿Y en qué te basas para decir eso?—espetó, alzando la cabeza—. Ya sabes que es un tema sensible y…
—¡Déjame terminar!—exclamó Derek—. ¿Has escuchado hablar de los asesinatos en Escocia? 
—Derek, cualquier persona puede morir de desangramiento.
—Pero no de una manera tan perfecta. La autopsia dice que no quedaba sangre alguna en sus cuerpos. Ni una gota. Como si estuviesen secos. Si vieras las fotos, casi parecen pergaminos.
—¿Cómo?—el joven comenzaba a creerse la historia poco a poco—. ¿Estás seguro que lo han verificado los forenses y no se trata de rumores? 
—Estoy seguro, hasta lo han dicho en las noticias.
—Ya, pero… Los periodistas tienden a exagerar mucho las cosas. Y la mayoría de las historias sobre estos seres ocurren por una exageración. Como ocurrió con Vlad III, el Empalador; o con Erzsebéth Báthory, la condesa sangrienta.
—¡Pues yo creo que tanto Vlad “Drácula” o Erzsébeth son vampiros! Aunque no estuviese claro del todo, pero al menos se concreta que sufrieron vampirismo… Pero antes de meternos en otro debate histórico, no era lo único que venía a decir. He avanzado más en mi investigación. Y sé que no sólo hay una especie de vampiro, sino más.
—Explícate.
—Bien—Derek respiró hondo para poner sus argumentos.
» Basándome en los antiguos testimonios de personas que recibieron ataques de vampiros, veo que hay muchos que coinciden en dos tipos. Estos documentos son muchísimos y me ha costado mucho trabajo seleccionar los que veía que tenían algo en común, ya que en esas épocas la gente era muy manipulable y con un poco de psicología podrías ser capaz de convencerle de algo. Sin embargo, lo dicho. Muchos coinciden en las características siguientes:
» Muchos tenían los ojos escarlata, como la sangre que bebían. Estos únicamente salían por la noche y no necesariamente tenían que absorber toda la sangre del tirón. Uno de los ataques vampíricos normales los vio el padre de un muchacho joven. Notó como una persona muy ágil se metía dentro de su casa y comenzaba a beber de la muñeca de su hijo. Después, desapareció. El hombre afirmó ver unos ojos escarlatas. Y esa no es la única historia como esta, hay más. También podemos destacar de aquí que los vampiros gozan de una estupenda agilidad. Todo esto nunca ha sido dudado, pero hay más. Hay otra clase de vampiros.
Elliot estaba acostumbrado al cambio de personalidad que ejercía Derek a hablar de sus temas favoritos, pero le costaba no reírse imaginándoselo como un investigador. De aquellos que aparecen en los programas que hablaban sobre sucesos sobrenaturales. Sin duda, Derek era perfecto para el papel de presentador de esto. A pesar de que no podía evitar esconder su risilla, en el fondo aquellos temas le asustaban. 
—¿Y esos vampiros, son peores o mejores que los tradicionales?—se atrevió a preguntar, como si estuviese hablando con un niño pequeño.
—Déjame terminar—le ordenó, haciendo un gesto para que mantuviese silencio.
» También constan los documentos de personas que recibieron otros ataques por partes de vampiros. Y créeme, aunque sean menos que los tradicionales, hay un número razonable de coincidencias. Estos afirman que vieron a estos vampiros al principio con capuchas, ocultando su cabello. Podían salir por el día, pero aun así se mantenían a las sombras. Hubo un ataque a una chica, la mordieron en un callejón cuando no había nadie. Y en un acto reflejo, la chica le quitó la capucha a su atacante. Lo más extraño es que su cabello era de un color granate y está científicamente demostrado que ese color no se puede obtener de manera natural. Si también tenemos en cuenta de que el vampiro que la atacó se dejó quitar la capucha sin oponer demasiada resistencia. Si se tratase de un vampiro tradicional, su fuerza hubiera lanzado al mortal por los aires. Pero no, éste se apartó de la chica como pudo y huyó, colocándose la capucha de nuevo. Y como este, más casos.
—Me pregunto de dónde sacas esas cosas—le confesó Elliot, impresionado por la información que acababa de recibir.
—Pues de internet—el albino puso los ojos en blanco—, ¡eh, pero espera lo que tengo que decir! He clasificado las dos clases de vampiro. Los tradicionales y los granates, por su cabello. Pero los que están en Escocia son diferentes… ¿Y si nos vemos ante otra clase de vampiro? Pero por eso no he venido tan alertado, es por otra cosa…
Elliot ladeó la cabeza, indicándole que continuase. Aunque no lo pareciese, estaba interesado por alguna razón. Le gustaría creer que existían, pero… 
—¿El qué?—preguntó finalmente.
—Creo que hay vampiros granates por Londres. He visto a una chica encapuchada y vestida de negro. Te juro que pude ver cabellos granates bajo esa capucha. 
—Derek, también existen los góticos. Se parecen, pero no son vampiros.
—¡Tengo una corazonada! Y me puse a escuchar a escondidas lo que decían. La chica estaba acompañada de dos hombres que decían que querían hablar sobre todo esto en el restaurante de comida marítima, ese que se abrió recientemente.
—¿Me estás diciendo que has estado escuchando a escondidas lo que decían un grupo de gente?—Elliot sacudió la cabeza—. Te arriesgas demasiado, ¿sabes lo que podrían haberte hecho? Además, está mal.
—Tampoco veo demasiado ético alimentarse de otras personas—Derek le dio un toque en la frente de Elliot antes de que pudiese replicar—. Pero no te preocupes, lo tengo todo controlado. Vamos a ir a investigar ahí y a saber la verdad sobre todo aquello.
—¿De verdad estos son tus planes para un lunes por la noche?—el albino sonrió un poco, sintiéndose tedioso ante las ideas alocadas de su amigo. Hace unos años él mismo había sido así de impulsivo, pero después de la desaparición de su hermana hace aproximadamente cuatro años, su carácter se relajó—. Además, podrías ir con Anouk. A ella le encanta el pescado y el marisco…
Derek se sonrojó ante la simple idea de tener una cita con su amada, pero puso los pies en tierra firme.
—Es algo demasiado peligroso para una chica tan delicada como ella.
—¿Delicada? Pero si ayer te tiró al suelo con sólo dos dedos… Literalmente. Estuviste un buen tiempo gritando “¡para, para!”
—El caso es que no pienso ponerle en peligro—el neozelandés se cruzó de brazos, convencido de su decisión. 
—¿De verdad no piensas mostrarle el héroe que eres? A lo mejor se enamora y todo.
—No hace falta que se enamore, ya ESTÁ enamorada… Espera, estás haciendo que cambie de tema, ¿cierto? ¡No soy ningún tonto!
Elliot rió, aunque después soltó un suspiro de cansancio al recordar que tenía aquella discusión perdida. Otra de las “cualidades” de Derek era su insistencia y cabezonería.
—Está bien, iré.
—¡Bieeeeeen! No sabemos a qué hora irán, así que más o menos cuando caiga la noche estaremos esperando.

[. . .]

Jeff le había ofrecido a la señora Backus la placa militar de su marido. No dio más detalles, sólo que le salvó de una bomba y está agradecido con él, por eso tenía la necesidad de informar de su muerte en persona. Diana estaba llorando bastante.
—En su último aliento me pidió que cuidase de Christian… Y que le informe de que le quería mucho.
Poco sabía de aquel sentimiento, pero podía ver como Diana estaba destrozada. Esa era la razón por la que afirmaba que el amor apesta. Él lo decía porque no estaba acostumbrado a los sentimientos cariñosos y se defendía, diciendo que nunca había sentido mariposas en el estómago ni chorradas como esa. O al menos, no lo recordaba.
—Tarde o temprano tenía que morir… Pero no quería que lo hiciese en batalla…—Diana se secó las lágrimas con un pañuelo bordado—. ¿Sabes? El médico le informó de que le quedaba poco tiempo de vida. Pero él quería hacer una última batalla… Decía que lo hacía por el joven del que se había hecho cargo. En un principio, se negó a continuar trabajando, pero el coronel le obligó o si no le despedirían… Y esta familia se iría abajo.
—Pero ahora puede pagar la pensión de viuda—las palabras salieron de su boca casi sin pensar, haciendo que el llanto de Diana se convirtiese en un arrullo más intenso—. ¡L-Lo siento…! Lamento mucho la muerte del capitán, por eso me cuesta hablar de eso… Perdón si resulto insensible.
—Pero por quien más sufro no es por mí, sino por mi hijo—sollozó la mujer—. Christian es muy sensible y sobre todo después de… 
Su voz se rompió.
—¿De qué?
—¿No estás al tanto? Me alegra que los cotilleos sobre mi hijo no vayan a más. El caso es que hace un tiempo sufrió un secuestro dementio. Si les dábamos información, le sacarían, cosa a lo que en un principio se negaron. Sin embargo, mi marido filtró información falsa para salvar a nuestro hijo… Pero se dieron cuenta. Nos lo devolvieron, sí, pero estaba extraño… Le hicieron una de esas pruebas horribles.
Jeff abrió los ojos como platos, sintiendo cómo su corazón perdía medio latido. ¿Eso quería decir que…?
—¿Usaron pruebas genéticas con él?—se atrevió a preguntar.
Las pruebas genéticas eran famosas en Dementia, sobre todo porque usaron a un sujeto licántropo para realizarlas. Se dieron cuenta de que su composición animal y humana podía separarse y juntarse con una facilidad bastante buena. Así pues, intentaron crear seres como los licántropos, pero con diferentes animales. Aunque las fórmulas fuesen correctas, no lo consiguieron y siempre salían híbridos. Los dementios aún siguen con sus intentos, usando sujetos humanos de Valkyria.
—Sí. Ahora es… Medio gato. Cuando Desmond lo vio… Juró venganza a Dementia. Christian aún está algo deprimido, sigue con las visitas del psicólogo, pero pronto se pondrá bien. Es un muchacho fuerte, como su padre.
Jeff sonrió con tristeza, sintiendo un picor en los ojos. Entonces, se levantó de la silla donde estaba sentado.
—No quiero entretenerla más, ya me ha ayudado bastante… Será mejor… Que me vaya. Gracias por curarme.
Antes de que Diana pudiese decir nada, se marchó de allí. Podría resultar maleducado, pero tenía ganas de llorar. Y no quería que le viese nadie. Esa familia estaba pasando por mucho y él no podía permitirse mostrar debilidad ante ellos. Era… como desconsideración. Se secó las lágrimas que corrían por sus mejillas con una mano, sintiéndose horrible por ponerse a llorar en un momento como aquel. Debía resistir. Ya nadie le protegía. De todos modos, ya era un adulto, sería capaz de apañárselas solo.
Su CDIS comenzó a sonar. Lo miró un momento, con intenciones de lanzarlo bien lejos de ahí. No quería hablar con nadie, sobre todo si eran miembros de su “equipo”. Sin embargo, se dio cuenta de que era un número oculto. Una curiosidad le invadía por dentro. Además, necesitaba desahogarse con cualquier desgraciado anónimo. La llamada indicaba que sólo se quería sonido, nada de imagen, por lo que se colocó el dispositivo a la oreja y respiró hondo para que no se notase que había estado llorando.
—¿Quién es?—exigió saber—. No estoy de humor para…
—Sé que no es un buen momento para llamar—la voz se le hacía increíblemente familiar. Era la que había escuchado en el CDIS de Desmond, pero aun así, pensaba que la había escuchado en algún otro lugar. Escuchar sólo le hacía tener más ganas de llorar—. Pero… Jeff, necesitaba contactar contigo.
Aquella manera de pronunciar su nombre… Era demasiado triste.
—Puede que seas bastante confiado, o quizás ingenuo—prosiguió el desconocido—. No te lo tomes como algo malo. Es un halago. El caso es que no te has asegurado si podía rastrear tu llamada. 
Los músculos del licántropo se tensaron al instante. No podía haber sido tan estúpido como para haber hecho algo tan imprudente.
—¿insinúas algo?—inquirió.
—Sólo que sé dónde estás. Y soy de Dementia.
Jeff parecía que iba a sufrir un infarto. Maldición, era un dementio. Y había dejado que descubriese su localización. Justo en el pueblo del capitán. En el pueblo de Diana y Christian. 
—No me obligues a decir tu posición a los demás—continuó la voz—. Jeff, no quiero hacerte daño. No estoy exactamente con Dementia, más bien soy neutral en cuanto a esto, pero teóricamente ayudo al ejército dementio. Así que, si no quieres que desvele tu posición, no le hables de esta llamada a nadie. 
—Dime qué demonios quieres—gruñó el azabache—. Si quieres dinero o información, has llamado a la persona equivocada. Así que no vayas derramando sangre porque sí.
—Oh, no quiero matar a nadie. Sólo quiero encontrarte… Y protegerte. Aunque no me recuerdes, te conocí en un pasado… Y te tuve mucho aprecio. Pensé que estabas muerto y… No quiero volver a perderte. Te conozco de sobra y sé que no harías casos a las órdenes de un desconocido… Así que no me queda más remedio que usar amenazas.
—Espera. ¿Has dicho que sabes de mi pasado?—en su voz se captaba una luz de esperanza brillando entre una niebla de terror—. ¿Qué es lo que sabes exactamente?
—Dirígete a Dexeria oeste y te lo contaré. Según tengo entendido, hay una torre de teletransporte bastante cerca de tu posición, ¿me equivoco? No dudo en que llegarás rápido hacia allí. Contacta conmigo después de esto.