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Rolera profesional desde los 10/11 años. Escritora. Superviviente de Raccoon City. Yo ayudé a Link para salvar a la Princesa Zelda. Tengo la nariz de Voldemort. Loba en busca del paraíso. Amante incondicional del Yaoi. Suke ♥.
viernes, 5 de julio de 2013
Las nubes estaban más oscuras de lo natural y cubrían un cielo gris. El paisaje no era nada del otro mundo en Londres. Para muchos era depresivo, pero Elliot se mantenía completamente neutral ante ello. Estaba cómodo con esa monotonía a la que estaba acostumbrado. Las gotas de agua caían sobre su paraguas, proporcionando un sonido rítmico, como si se tratase de un tambor. Ajustó mejor su bufanda, sintiendo así más calor en el cuello. El invierno eran de las estaciones más relajadas a su parecer y él se sentía como si estuviese en estado de hibernación, casi sin hacer nada, únicamente respirando. Lo malo de todo ello era la pereza, no gustaba para nada tener que levantarse a tempranas horas de la mañana para iniciar con su horario de clases.
Soltó un bostezo nada más llegar a la fachada de la universidad. “Facultad de Historia”. Era lo que quería estudiar y aquel era su segundo año. De todos modos, a pesar de que haber ingresado en una universidad tan buena como lo era aquella, sentía como todos los días se le hacían igual de aburridos. Quizás necesitase un cambio de aires, o bien una buena siesta. Con los ojos adormilados, se propuso a entrar, hasta que sintió como un brazo rodeaba sus hombros. Se giró bruscamente y pudo ver a Derek. Se trataba de su primer y mejor amigo. Lo conoció en el bachillerato de economía. Otro friki como él, lo que pasa que él era un tanto más abierto y espontáneo. Derek era un muchacho de hombros anchos y piel algo más colorida, debido a que venía de Nueva Zelanda. Nada más descubrir que procedía del lugar donde se grabó la famosa película del Señor de los Anillos, consiguieron hacer bastantes buenas migas. Su cabello castaño claro caía a ambos lados del rostro, enmarcando sus grandes ojos azules.
—¡Venga, anima esa cara! ¡Que hoy es viernes!
—Muy divertido—comentó Elliot, con cierto tono sarcástico, pero a la vez manteniendo una sonrisa en los labios. Aquella broma le recordaba que era lunes. Y él odiaba los lunes. Derek se separó de él, alzando una ceja.
—¿Qué te pasa?
—Es mi almohada… La echo de menos—rio el albino, frotándose un ojo. Derek soltó una carcajada a su vez.
—Y yo a mi cama… Y a mis edredones… Y Anouk a mi lado.
—¿Anouk?—Elliot volvió a soltar una risilla mientras avanzaba hacia el edificio, a lo que Derek le dio un leve golpe en la nuca—. ¡Ah! ¡Si sigues así de bruto, nunca te va a querer!
—Pfff…—bufó el otro—. Tú no sabes lo que a Anouk le gusta.
—¿Y qué me debería gustar, según tú?
Derek y Elliot pegaron un brinco en el sitio nada más escuchar aquella voz. Frente a ellos se encontraba una figura alta. Debajo de su gorro de lana podía verse su cabello, de una tonalidad rubia oscura. También se distinguió el característico mechón teñido que llevaba la muchacha, de un color turquesa. Lo cambiaba a meses. Mantenía una mano reposando en su cintura, con gesto beligerante, mientras que clavaba su feroz mirada parda en Derek.
—Buenos días, princesa—saludó el neozelandés, con una sonrisa. La mencionada puso los ojos en blanco, con gesto de hastío y le dio un coscorrón en la cabeza.
—Cállate, anda. Que así estás más guapo.
—¡Me has dicho guapo!—bromeó Derek, sonriente. Aunque se emocionase por aquel hecho, lo único que quería era cabrearla. Anouk optó por ignorarlo y entrar en la sala como los demás estudiantes. Derek se adelantó a Elliot para colocarse al lado de la rubia, comenzando a hablar de temas triviales y sin importancia. El albino soltó un suspiro y miró su reloj. Si no se daba prisa, llegaría tarde a la clase. 
Tenía que examinar piedras. Qué divertido. De todos modos, él comenzaba a tener otras cosas en las que pensar. Las lagunas de su mente comenzaban a despejarse como si se tratase de magia. Y estaba atando cabos para descubrir lo que ocurrió cuando tenía catorce años. 

[. . .]

Mientras tanto en Dexeria, Valkyria, las cosas no iban demasiado bien que digamos. Los momentos que había vivido Jeff en pocos segundos se habían vuelto considerablemente confusos y aún le costaban asimilarlos. 

—¡Capitán! ¡Tenga cuidado, estos son explosivos y no tardarán en esta…!
—¡A cubierto todos! ¡Emilie, encárgate de Curtis! ¡Federick, tú cuídanos la retaguardia! ¡Jeff, ven conmigo!
—Demonios… ¡Es una emboscada!
—¡AAGH!
—¡Capitán!
—Cuida… De Christian… Dile a Diana… Que la quiero…Y siempre le querré...

Jeff había conseguido huir de aquel ejército dementio, el cual era el culpable de todo aquello. Aún sentía las heridas producida por los cuchillos de batalla. Tenía el rostro y los brazos llenos de magulladuras, pero continuó hacia delante, buscando un lugar seguro. Dudaba de cuántos días había estado deambulando por los lares, sorteando las campañas de los dementios con sumo cuidado. La mayoría de las veces había tenido suerte, pero las otras les había pillado y tuvo que recurrir a su forma lobuna para huir de allí.
Estaba herido de gravedad, pero por suerte no habían usado la plata contra él. Si algo era característico de Dementia, es que tenía poca diversidad de raza. Todos eran humanos, pero se rumoreaba que habían seres oscuros que se apoderaban de ellos, tales como eran los demonios y sus variaciones. De todos modos, aquellas eran leyendas y además, al ser los humanos tan básicos, no conocían todas las debilidades de cada raza, tales y como serían el sol para los vampiros y la plata para los licántropos.
Se sentía como un cobarde. Había dejado atrás el cadáver de Desmond y se llevó su identificación, para que su familia pudiera tener al menos un recuerdo de él. Por no decir el resto del equipo. ¿Qué pasaría con Emilie, Federick y Curtis? Seguramente le tomarían por un enano que sólo sabía huir en momentos difíciles. Y es lo que era. Un enano. A pesar de sus veintidós años, todo el mundo le trataba como un crío y eso empezaba a ser tedioso. Se preguntaba cómo le diría a Diana la muerte de su esposo, Desmond. 
Miraba constantemente su CDIS y la placa del difunto capitán Backus. No quería recordar su muerte. Le habían fusilado por protegerle, entre un montón de pistolas. Le dijo que huyese y protegiese a Christian, su hijo. El pueblo de la familia Backus estaba en las cordilleras de Dexeria, por lo que tuvo que recorrer mucho camino para llegar hacia allá y la nieve no ayudaba demasiado. Con el dispositivo descubrió que las tropas dementias se habían dado por vencidas y dieron la retirada, pero unos cuántos se habían quedado en Dexeria central. Era toda una casualidad que coincidiese en el lugar donde había marchado junto a Backus. También en su CDIS tenía guardada las direcciones de los dispositivos con los que mantuvo aquella misteriosa llamada. A pesar de que hubiese sido con el CDIS de Desmond, disimuladamente comprobó los números y los guardó en la memoria de su dispositivo. Sentía una gran curiosidad por aquella persona que le conocía. Además, estaba hablando con la jefa…
Después de lo que supuso él que eran cinco días de caminata, llegó a la llanura. El pueblo donde vivía Desmond, con su hijo y su mujer. Encontró a un muchacho que vigilaba por si venían los dementios. Al reconocer que él no era ningún enemigo y preguntaba por Diana y Christian, su cara se puso blanca. Le señaló la dirección de la casa, que no estaba demasiado lejos de allí. Luego de dar las gracias cortésmente, se dirigió hacia el lugar, nervioso y buscando palabras adecuadas para informar de la muerte del capitán.
Al llegar al hogar, se sorprendió enormemente al ver la simpleza de este. Se trataba de una pequeña cabaña a las orillas del río. No esperaba que el capitán tuviese un hogar tan rústico y natural, pero si se paraba a pensarlo, era comprensible. De tanto tiempo estar metido en la ciudad, necesitaba la tranquilidad que le proporcionaba un lugar como aquel. Las paredes estaban hechas con láminas de madera de roble, al igual que las puertas. Atado a un árbol, había un neumático en posición horizontal. Supuso que era para que el hijo, Christian, se divirtiese un poco en un lugar tan tranquilo como lo era aquel. Si bien le habían contado, a pesar de contar con trece años el chico era muy infantil. 
La cabaña estaba cubierta por un bonito jardín, donde había un estanque lleno de peces y algunas figuras de piedra. También había una casita para pájaros. Aquel ambiente era bueno para la relajación, pero no había llegado ahí para deleitarse la vista. Carraspeó varias veces, recordando lo que iba a decir, antes de llamar insistentemente a la puerta. Una mujer de cuarenta años abrió. Mantenía una sonrisa en el rostro.
—¿Deseas algo, chico?
Jeff pasó por alto el hecho de que le hubiese llamado así, como si se tratase de un simple adolescente. Estaba a punto de pasar por un mal momento debido a las noticias.
—Sí. Verá, señora Backus… Venía a hablarle de su marido, el capitán…
—Oh, ¿así que eres de su equipo? Se marchó hace una semana en una misión especial, escoltar a alguien, ¿me equivoco?—el licántropo ladeó a cabeza sin entender muy bien lo que decía. Entonces, cayó en cuenta de que la persona protegida era él. Le habían llevado allí para algo, y al parecer tenía que ver con la jefa y aquella persona que escuchó por el CDIS.
—Es largo de explicar.
—¡Pues pasa, anda! Oh, estás herido… Te curaré—Diana, la señora Backus, tiró del brazo de Jeff hacia dentro antes de que pudiese quejarse. El interior parecía aún más rústico que el exterior y era bastante agradable. Cuando la mujer hubo cerrado la puerta, se apoyó sobre ella, tapando el rostro con las manos. Lloró desconsoladamente.
—Dime que Desmond sigue vivo…

[. . .]

Elliot permaneció mordiendo su bolígrafo con nerviosismo, mirando el pequeño plano que había montado sobre los recuerdos más recientes de sus catorce años. Era lo primero que había hecho nada más llegar de la universidad. Efectivamente, era aquello lo que más le preocupaba. Los recuerdos venían en imágenes borrosas y había algo que no encajaba. Parecía que aquella pequeña laguna empezaba a desvanecerse, pero una barrera la impedía recobrar todas sus memorias.
Dibujado en un papel, estaba todo lo que recordaba sobre el verano de 2017, hace exactamente cinco años. Primero, su padre cogió las maletas para marcharse y abandonarles, diciendo cosas extrañas. Eso aún está por recordar. Les habían dejado al cargo de su abuela Corinne. Cydonia corrió tras el coche de su padre, como si con eso consiguiese evitar su marcha. Pero, si Philip había dicho que sólo era un viaje de negocios… ¿Por qué se preocupaban tanto? Había cosas que no encajaba, pero dejó eso de lado y continuó dibujando flechas y datos en el papel.
« Después de eso » continuó pensando « No quise hablar con mi abuela, ya que le culpaba de la marcha de mi padre. Así pues, me marché a mi habitación… Pero… ¿Qué ocurrió ahí exactamente? Me sentí muy extraño, pero a la vez aliviado. Es como si algo… No, alguien consiguió consolarme. Pero no fue un encuentro normal… »
Soltó una maldición. Cuanto más pensaba en el nombre de esa persona, más le costaba concentrarse. Suspiró, pensando que ese dato no era relevante. Continuó con sus reflexiones.
« Meses pasaron… Y por alguna razón, fueron bastante buenos a pesar del abandono de mi padre. Poco recuerdo de Corinne, lo único que consigo ver es a mi hermana y Caras sin rostro… También recuerdo estar atado a una silla por una situación extraña, pero alguien me salvó y después de eso… Ocurrió algo maravilloso. No lo sé, pero estoy seguro de que fue hermoso. Me pongo nervioso de sólo pensar en ello. Pero me veo incapaz de recordarlo… »
Los siguientes recuerdos estaban en blanco. No había pista alguna para atar cabos. De repente, una idea se le vino a la cabeza. La carta. Se apartó de su escritorio rápidamente, buscando en los cajones el papel. Sí, lo había estado guardando durante años. Y sabía que algún día le iba a ser útil. Pero antes de empezar a rebuscar nada, la voz de su padre desde la planta inferior.
—¡Elliot! Derek está aquí.
Alzó una ceja. No le importaba la presencia de su amigo, pero al parecer tendría que dejar la búsqueda de sus recuerdos más tarde. 
—Dile que pase—exclamó, abriendo la puerta de su habitación para que Derek pudiese pasar después. El ruido de unas pisadas aceleradas le provocaron un mal presentimiento, pero su cabeza aún estaba intentando recordar qué decía esa carta de despedida.
—¡Elliot!—le llamó su amigo, una vez hubo llegado a la habitación—. ¡Tengo algo importante que decirte!
Estaba nervioso, quizás demasiado. El albino le dedicó una mirada de incertidumbre, alzando una ceja.
—¿Has vuelto a tomar cafeína?—no era un secreto que Derek era hiperactivo y las bebidas estimulantes no le sentaban demasiado bien.
—Es posible, ¡pero tengo algo que contarte!—cerró la puerta tras de sí, para que nadie pudieran escucharlos. Después, se apresuró de cerras las ventanas.
—¡Eh! ¿Qué estás haciendo?—se quejó el más bajito de los dos. Aunque Elliot fuese alto, comparado con Derek parecía un crío. Su amigo medía exactamente dos metros y su aspecto imponía bastante.
—No quiero que nadie se entere de esta conversación y me tome por un loco—respiró hondo.
« Como si no lo estuvieses ya » pensó Elliot, pero tenía el presentimiento de que era un asunto grave. Por lo que se dedicó a permanecer en silencio mientras que Derek procedía a explicarle la situación.
—Los vampiros existen—le dijo, con un brillo en su mirada. Si estuviese en otra situación, Elliot hubiese suspirado ignorándole por completo. Entendía perfectamente la obsesión que tenía Derek por aquella raza ficticia, pero normalmente se le hacía tedioso hablar todo el día de seres que se dedican a beber sangre por la noche. Sobre todo si recordaba que su hermana se había escapado de casa por hablar de ellos.
—¿Y en qué te basas para decir eso?—espetó, alzando la cabeza—. Ya sabes que es un tema sensible y…
—¡Déjame terminar!—exclamó Derek—. ¿Has escuchado hablar de los asesinatos en Escocia? 
—Derek, cualquier persona puede morir de desangramiento.
—Pero no de una manera tan perfecta. La autopsia dice que no quedaba sangre alguna en sus cuerpos. Ni una gota. Como si estuviesen secos. Si vieras las fotos, casi parecen pergaminos.
—¿Cómo?—el joven comenzaba a creerse la historia poco a poco—. ¿Estás seguro que lo han verificado los forenses y no se trata de rumores? 
—Estoy seguro, hasta lo han dicho en las noticias.
—Ya, pero… Los periodistas tienden a exagerar mucho las cosas. Y la mayoría de las historias sobre estos seres ocurren por una exageración. Como ocurrió con Vlad III, el Empalador; o con Erzsebéth Báthory, la condesa sangrienta.
—¡Pues yo creo que tanto Vlad “Drácula” o Erzsébeth son vampiros! Aunque no estuviese claro del todo, pero al menos se concreta que sufrieron vampirismo… Pero antes de meternos en otro debate histórico, no era lo único que venía a decir. He avanzado más en mi investigación. Y sé que no sólo hay una especie de vampiro, sino más.
—Explícate.
—Bien—Derek respiró hondo para poner sus argumentos.
» Basándome en los antiguos testimonios de personas que recibieron ataques de vampiros, veo que hay muchos que coinciden en dos tipos. Estos documentos son muchísimos y me ha costado mucho trabajo seleccionar los que veía que tenían algo en común, ya que en esas épocas la gente era muy manipulable y con un poco de psicología podrías ser capaz de convencerle de algo. Sin embargo, lo dicho. Muchos coinciden en las características siguientes:
» Muchos tenían los ojos escarlata, como la sangre que bebían. Estos únicamente salían por la noche y no necesariamente tenían que absorber toda la sangre del tirón. Uno de los ataques vampíricos normales los vio el padre de un muchacho joven. Notó como una persona muy ágil se metía dentro de su casa y comenzaba a beber de la muñeca de su hijo. Después, desapareció. El hombre afirmó ver unos ojos escarlatas. Y esa no es la única historia como esta, hay más. También podemos destacar de aquí que los vampiros gozan de una estupenda agilidad. Todo esto nunca ha sido dudado, pero hay más. Hay otra clase de vampiros.
Elliot estaba acostumbrado al cambio de personalidad que ejercía Derek a hablar de sus temas favoritos, pero le costaba no reírse imaginándoselo como un investigador. De aquellos que aparecen en los programas que hablaban sobre sucesos sobrenaturales. Sin duda, Derek era perfecto para el papel de presentador de esto. A pesar de que no podía evitar esconder su risilla, en el fondo aquellos temas le asustaban. 
—¿Y esos vampiros, son peores o mejores que los tradicionales?—se atrevió a preguntar, como si estuviese hablando con un niño pequeño.
—Déjame terminar—le ordenó, haciendo un gesto para que mantuviese silencio.
» También constan los documentos de personas que recibieron otros ataques por partes de vampiros. Y créeme, aunque sean menos que los tradicionales, hay un número razonable de coincidencias. Estos afirman que vieron a estos vampiros al principio con capuchas, ocultando su cabello. Podían salir por el día, pero aun así se mantenían a las sombras. Hubo un ataque a una chica, la mordieron en un callejón cuando no había nadie. Y en un acto reflejo, la chica le quitó la capucha a su atacante. Lo más extraño es que su cabello era de un color granate y está científicamente demostrado que ese color no se puede obtener de manera natural. Si también tenemos en cuenta de que el vampiro que la atacó se dejó quitar la capucha sin oponer demasiada resistencia. Si se tratase de un vampiro tradicional, su fuerza hubiera lanzado al mortal por los aires. Pero no, éste se apartó de la chica como pudo y huyó, colocándose la capucha de nuevo. Y como este, más casos.
—Me pregunto de dónde sacas esas cosas—le confesó Elliot, impresionado por la información que acababa de recibir.
—Pues de internet—el albino puso los ojos en blanco—, ¡eh, pero espera lo que tengo que decir! He clasificado las dos clases de vampiro. Los tradicionales y los granates, por su cabello. Pero los que están en Escocia son diferentes… ¿Y si nos vemos ante otra clase de vampiro? Pero por eso no he venido tan alertado, es por otra cosa…
Elliot ladeó la cabeza, indicándole que continuase. Aunque no lo pareciese, estaba interesado por alguna razón. Le gustaría creer que existían, pero… 
—¿El qué?—preguntó finalmente.
—Creo que hay vampiros granates por Londres. He visto a una chica encapuchada y vestida de negro. Te juro que pude ver cabellos granates bajo esa capucha. 
—Derek, también existen los góticos. Se parecen, pero no son vampiros.
—¡Tengo una corazonada! Y me puse a escuchar a escondidas lo que decían. La chica estaba acompañada de dos hombres que decían que querían hablar sobre todo esto en el restaurante de comida marítima, ese que se abrió recientemente.
—¿Me estás diciendo que has estado escuchando a escondidas lo que decían un grupo de gente?—Elliot sacudió la cabeza—. Te arriesgas demasiado, ¿sabes lo que podrían haberte hecho? Además, está mal.
—Tampoco veo demasiado ético alimentarse de otras personas—Derek le dio un toque en la frente de Elliot antes de que pudiese replicar—. Pero no te preocupes, lo tengo todo controlado. Vamos a ir a investigar ahí y a saber la verdad sobre todo aquello.
—¿De verdad estos son tus planes para un lunes por la noche?—el albino sonrió un poco, sintiéndose tedioso ante las ideas alocadas de su amigo. Hace unos años él mismo había sido así de impulsivo, pero después de la desaparición de su hermana hace aproximadamente cuatro años, su carácter se relajó—. Además, podrías ir con Anouk. A ella le encanta el pescado y el marisco…
Derek se sonrojó ante la simple idea de tener una cita con su amada, pero puso los pies en tierra firme.
—Es algo demasiado peligroso para una chica tan delicada como ella.
—¿Delicada? Pero si ayer te tiró al suelo con sólo dos dedos… Literalmente. Estuviste un buen tiempo gritando “¡para, para!”
—El caso es que no pienso ponerle en peligro—el neozelandés se cruzó de brazos, convencido de su decisión. 
—¿De verdad no piensas mostrarle el héroe que eres? A lo mejor se enamora y todo.
—No hace falta que se enamore, ya ESTÁ enamorada… Espera, estás haciendo que cambie de tema, ¿cierto? ¡No soy ningún tonto!
Elliot rió, aunque después soltó un suspiro de cansancio al recordar que tenía aquella discusión perdida. Otra de las “cualidades” de Derek era su insistencia y cabezonería.
—Está bien, iré.
—¡Bieeeeeen! No sabemos a qué hora irán, así que más o menos cuando caiga la noche estaremos esperando.

[. . .]

Jeff le había ofrecido a la señora Backus la placa militar de su marido. No dio más detalles, sólo que le salvó de una bomba y está agradecido con él, por eso tenía la necesidad de informar de su muerte en persona. Diana estaba llorando bastante.
—En su último aliento me pidió que cuidase de Christian… Y que le informe de que le quería mucho.
Poco sabía de aquel sentimiento, pero podía ver como Diana estaba destrozada. Esa era la razón por la que afirmaba que el amor apesta. Él lo decía porque no estaba acostumbrado a los sentimientos cariñosos y se defendía, diciendo que nunca había sentido mariposas en el estómago ni chorradas como esa. O al menos, no lo recordaba.
—Tarde o temprano tenía que morir… Pero no quería que lo hiciese en batalla…—Diana se secó las lágrimas con un pañuelo bordado—. ¿Sabes? El médico le informó de que le quedaba poco tiempo de vida. Pero él quería hacer una última batalla… Decía que lo hacía por el joven del que se había hecho cargo. En un principio, se negó a continuar trabajando, pero el coronel le obligó o si no le despedirían… Y esta familia se iría abajo.
—Pero ahora puede pagar la pensión de viuda—las palabras salieron de su boca casi sin pensar, haciendo que el llanto de Diana se convirtiese en un arrullo más intenso—. ¡L-Lo siento…! Lamento mucho la muerte del capitán, por eso me cuesta hablar de eso… Perdón si resulto insensible.
—Pero por quien más sufro no es por mí, sino por mi hijo—sollozó la mujer—. Christian es muy sensible y sobre todo después de… 
Su voz se rompió.
—¿De qué?
—¿No estás al tanto? Me alegra que los cotilleos sobre mi hijo no vayan a más. El caso es que hace un tiempo sufrió un secuestro dementio. Si les dábamos información, le sacarían, cosa a lo que en un principio se negaron. Sin embargo, mi marido filtró información falsa para salvar a nuestro hijo… Pero se dieron cuenta. Nos lo devolvieron, sí, pero estaba extraño… Le hicieron una de esas pruebas horribles.
Jeff abrió los ojos como platos, sintiendo cómo su corazón perdía medio latido. ¿Eso quería decir que…?
—¿Usaron pruebas genéticas con él?—se atrevió a preguntar.
Las pruebas genéticas eran famosas en Dementia, sobre todo porque usaron a un sujeto licántropo para realizarlas. Se dieron cuenta de que su composición animal y humana podía separarse y juntarse con una facilidad bastante buena. Así pues, intentaron crear seres como los licántropos, pero con diferentes animales. Aunque las fórmulas fuesen correctas, no lo consiguieron y siempre salían híbridos. Los dementios aún siguen con sus intentos, usando sujetos humanos de Valkyria.
—Sí. Ahora es… Medio gato. Cuando Desmond lo vio… Juró venganza a Dementia. Christian aún está algo deprimido, sigue con las visitas del psicólogo, pero pronto se pondrá bien. Es un muchacho fuerte, como su padre.
Jeff sonrió con tristeza, sintiendo un picor en los ojos. Entonces, se levantó de la silla donde estaba sentado.
—No quiero entretenerla más, ya me ha ayudado bastante… Será mejor… Que me vaya. Gracias por curarme.
Antes de que Diana pudiese decir nada, se marchó de allí. Podría resultar maleducado, pero tenía ganas de llorar. Y no quería que le viese nadie. Esa familia estaba pasando por mucho y él no podía permitirse mostrar debilidad ante ellos. Era… como desconsideración. Se secó las lágrimas que corrían por sus mejillas con una mano, sintiéndose horrible por ponerse a llorar en un momento como aquel. Debía resistir. Ya nadie le protegía. De todos modos, ya era un adulto, sería capaz de apañárselas solo.
Su CDIS comenzó a sonar. Lo miró un momento, con intenciones de lanzarlo bien lejos de ahí. No quería hablar con nadie, sobre todo si eran miembros de su “equipo”. Sin embargo, se dio cuenta de que era un número oculto. Una curiosidad le invadía por dentro. Además, necesitaba desahogarse con cualquier desgraciado anónimo. La llamada indicaba que sólo se quería sonido, nada de imagen, por lo que se colocó el dispositivo a la oreja y respiró hondo para que no se notase que había estado llorando.
—¿Quién es?—exigió saber—. No estoy de humor para…
—Sé que no es un buen momento para llamar—la voz se le hacía increíblemente familiar. Era la que había escuchado en el CDIS de Desmond, pero aun así, pensaba que la había escuchado en algún otro lugar. Escuchar sólo le hacía tener más ganas de llorar—. Pero… Jeff, necesitaba contactar contigo.
Aquella manera de pronunciar su nombre… Era demasiado triste.
—Puede que seas bastante confiado, o quizás ingenuo—prosiguió el desconocido—. No te lo tomes como algo malo. Es un halago. El caso es que no te has asegurado si podía rastrear tu llamada. 
Los músculos del licántropo se tensaron al instante. No podía haber sido tan estúpido como para haber hecho algo tan imprudente.
—¿insinúas algo?—inquirió.
—Sólo que sé dónde estás. Y soy de Dementia.
Jeff parecía que iba a sufrir un infarto. Maldición, era un dementio. Y había dejado que descubriese su localización. Justo en el pueblo del capitán. En el pueblo de Diana y Christian. 
—No me obligues a decir tu posición a los demás—continuó la voz—. Jeff, no quiero hacerte daño. No estoy exactamente con Dementia, más bien soy neutral en cuanto a esto, pero teóricamente ayudo al ejército dementio. Así que, si no quieres que desvele tu posición, no le hables de esta llamada a nadie. 
—Dime qué demonios quieres—gruñó el azabache—. Si quieres dinero o información, has llamado a la persona equivocada. Así que no vayas derramando sangre porque sí.
—Oh, no quiero matar a nadie. Sólo quiero encontrarte… Y protegerte. Aunque no me recuerdes, te conocí en un pasado… Y te tuve mucho aprecio. Pensé que estabas muerto y… No quiero volver a perderte. Te conozco de sobra y sé que no harías casos a las órdenes de un desconocido… Así que no me queda más remedio que usar amenazas.
—Espera. ¿Has dicho que sabes de mi pasado?—en su voz se captaba una luz de esperanza brillando entre una niebla de terror—. ¿Qué es lo que sabes exactamente?
—Dirígete a Dexeria oeste y te lo contaré. Según tengo entendido, hay una torre de teletransporte bastante cerca de tu posición, ¿me equivoco? No dudo en que llegarás rápido hacia allí. Contacta conmigo después de esto. 

11 comentarios:

Rose Perza dijo...

Rose llora y le da unas palmaditas a Christian: ¡¡¡LO SIENTO MUCHO CHRISTIAN!!!¡¡¡POBRECITO!!!¡¡¡PERO TU PADRE ESTÁ MUY ORGULLOSO DE TI!!! D`:

Rose Perza dijo...

Buen cap por cierto pero algo triste -llora- ¡¡¡pobre Christian!!!encima de ser medio gato pierde a su padre pero tranqui ¡los gatos son adorables!

Anónimo dijo...

Poh si yo fuera medio gata no me deprimiría, me haría superhéroe :D

Marta dijo...

Bueno, la transformación fue dolorosa, además de que nunca podrías llevar tu vida normal... Así que tan fantástico no sería xD

Rose Perza dijo...

que dices tu no estas bien ser medio gato seria extramegasuperchachi si las 3 fueramos medio gato nos hariamos un grupo de superheroinas!!!! :D

Marta dijo...

Si tenemos en cuenta de que te mirarán raro por ser un mutante... Además de que yo voy en contra del heroísmo xD.

Rose Perza dijo...

Entonces irias en contra de Kingdom hearts

Rose Perza dijo...

Y de Final fantasy que tiene que estar chachi, y de muchos más

Marta dijo...

No, Final Fantasy no es heroísmo. Mira a Squall, a Cloud o a Lightning. No los veo muy de héroes, porque no se lo consideran. Kingdom Hearts... Es que Sora no me convence, es tonto xD. Y Roxas me cae genial, por el simple hecho de que no dice "SOY UN HÉROE" así que no voy en contra de ellos ;P

Rose Perza dijo...

Ea pues ya está

Rose Perza dijo...

Hoy hay cap que no se te olvide