¿Qué queréis?

Seguidores

Etiquetas

Licencia

Datos personales

Mi foto
Rolera profesional desde los 10/11 años. Escritora. Superviviente de Raccoon City. Yo ayudé a Link para salvar a la Princesa Zelda. Tengo la nariz de Voldemort. Loba en busca del paraíso. Amante incondicional del Yaoi. Suke ♥.
domingo, 30 de junio de 2013
Supongo que habréis visto la encuesta que aparece a la izquierda y si no... Bueno, es bastante visible, deberíais haberla notado (o es que yo no os importo ;^^^^;). Se me ha ocurrido que por la reciente inauguración podría poner algo especial... Y es lo que aparece en la encuesta de la izquierda arriba -Haika señala la encuesta con el dedo- QUE LA MIRÉIS, CONIO.

Vamos a explicar los puntos de esta encuesta. Enfoca, Jordi, enfoca:


  1. Datos extras sobre los personajes: Ya hay una página en "personajes" aquí, pero yo me refiero a un extra tal y como sería no sé, algún dato especial de un personaje que podría poner. Imaginaos que porque me da la gana, ahora hago a un personaje vampiro con anemia. Sí, curioso e inquietante, pero os gustaría saberlo. Ok, quizás no, sería irrelevante en la historia (bueno, no tanto, es raro que un vampiro esté bajo en hierro teniendo en cuenta que bebe constantemente sangre xD); pero es interesante de saber y muy random. Quién sabe, a lo mejor alguien duerme con peluches...
  2. Test. Algo chorra que te diga: ¿Qué personaje de la historia eres? Ya sabes, lo típico de test de personalidad. Sería divertido saber a qué personaje se parece cada uno.
  3. ¡Relatos tipo reto! ¿Os acordáis del reto que tengo con Map? A parte de esos retos, que seguirán, tranquilos, va a haber otra clase de retos (si vosotros lo elegís, claro) que es hacer un relato a partir de lo que vosotros queráis. Siempre y cuando tenga que ver con esta historia, of course. Por ejemplo, imaginad que alguien pida un relato de Noel x Arienne, que vaya de romanece y se desarrolle en el quinto pino. Pues yo tendría que hacer un relato con tales requisitos. De lo que vosotros pidáis, siguiendo una ficha que pondré si lo elegís (pls, no seáis crueles).
  4. ¿Dibujo? No es recomendable, ya que mis dibujos son una mierda y os harán sangrar los ojos son tan buenos que deslumbran. Nah, ahora en serio, no soy una genio con la tableta, pero puedo hacer una estupidez. Por supuesto, este dibujo también está a vuestra elección, puedo hacer varios de lo que vosotros creáis. Pero me saldrán caquita xD.

Yo creo que la opción más aceptable sería los relatos, pero podéis escoger varias opciones y si no se lleva a cabo una, a lo mejor se llevan dos. Como mucho, dos. Porque más no puedo. En fin, ¿qué os parece?
domingo, 23 de junio de 2013
Cinco años después de Paradise of Light and Shadow...

A medida que el cielo adquiría un color violeta, los gritos se hacían más audibles por las calles de Dexeria central. Poco a poco, la muchedumbre empezó a esparcirse, corriendo hacia sus casas para aguardarse del ataque. Según informaban en las noticias, aquel era una situación que toda la región estaba sufriendo. Aprovechando que ya no había tanta gente en el camino, un muchacho joven se hizo paso procurando no caer con el resbaladizo suelo nevado. Aquel invierno había sido bastante duro, sin duda, y con tanto revuelo debido a las amenazas de los dementios hasta descuidaron el camino.
El chico continuó corriendo, hacia algún lugar sin poder concentrarse en nada. Las calles de Dexeria eran dificultosas de cruzar y, además, los llantos y gritos que escuchaba a su alrededor no eran demasiado agradables. Iba en contracorriente de una masa que se dirigía hacia delante, donde se suponía que llegarían las tropas de los dementios. Estaban locos, pensó el chico. Se estaban acercando a una muerte segura. Según le había dicho el capitán Backus, era más que común perder la cabeza en los ataques. Los valkyrios estaban demasiado cansados de la situación como para continuar tolerándola. Cansados de ver a familiares, hijos o nietos morir en una guerra contra un lugar que estaba en otro mundo, en otro universo.
A él todavía le parecía extraño que se continuase guerreando a pesar de la distancia. De todos modos, pensaba defender a la gente que le habían acogido. Sin embargo, a pesar de ser un licántropo, se negaba a entrar en las fuerzas militares. Le parecía absurdo por la situación entre dos dimensiones. Había estado al cargo del capitán Backus, así que sabía bastante sobre cómo iba eso de los soldados. Sus planes eran defenderse y hacer el encargo que le habían ordenado.
Aunque el joven gozase de una buena complexión y una fuerza que resultarían casi humanos (no por tanto, era un hombre lobo), se veía incapaz de luchar contra aquella marea humana. Soltó una especie de gruñido, pero continuaba entre gritos. Finalmente, optó por dar manotazos y pisotones a diestro y siniestro. Parecía una idea demasiado bruta, pero era lo primero que se le vino a la cabeza. Entre gritos y golpes de protesta, el joven consiguió hacerse paso entre todos ellos.
Soltó un suspiro aliviado, medio jadeante por el esfuerzo que había tenido que hacer. Se apartó los mechones azabache de su rostro y cuando se dedicó a mirar hacia delante, se encontró con una imponente figura a contra luz, lo que le hizo parecer aún más temible de lo que era. El muchacho retrocedió unos pasos, a pesar de saber de quién se trataba. Podría reconocer a aquel armario en cualquier lugar: el capitán Backus, Desmond Backus.
—Backus…  Estaba buscándole, me dijeron que…
—… que fueses a buscarme. Sí, me han informado. Me extrañaba que no hubieses llegado antes, así que supuse que te había tragado una marea humana. Y no me equivocaba. No pasa nada, chico, estamos al tanto de lo que está ocurriendo. Por suerte, esta vez todo será diferente.
Desmond era un hombre fuerte y fornido. A su lado, el joven parecía una hormiguita. Gozaba de un fuerte y saludable cabello castaño, bastante corto. Sus ojos, de un color marrón chocolate, solían brillar con decisión. Una mirada que te convencía de cualquier cosa. Nada mejor para una persona como el capitán. Era el típico hombre que te habla y sales convencido de cualquier idea, sea cual sea. Una característica típica de un capitán. A su lado, apareció la figura de Emilie Windsor, la curandera del lugar. Su complexión era atlética y parecía tener la misma edad que el capitán, alrededor de unos treinta y cinco años. Mantenía su cabello marrón oscuro y corto, hasta la nuca. Hacía contraste con aquellos profundos ojos azules de la chica. Emilie nunca se separaba del capitán, a lo que muchos habían llegado a correr rumores sobre su relación, pero nunca hay nada en claro.
—¿Y bien? ¿A qué esperamos?
—¿Qué pasa con los demás?—preguntó el menor, fijándose en que detrás de Emilie y Desmond no había más que dos personas.
—Esta misión no necesitará muchos hombres—respondió el  capitán. El azabache asintió y dio media vuelta para marcharse a su casa, pero entonces sintió el agarre del hombre. Ladeó la cabeza y abrió la boca para replicar, pero antes de que pudiese decir nada el adulto sacó de su bolsillo lo que parecía una especie de chapa militar y se la tendió. El chico alzó una ceja.
—De verdad, no sé cómo habéis podido el pensar que…
—No queremos que entres en la milicia—le dijo—. Sólo toma la chapa.  Necesitamos de tu ayuda para esta misión… Y los datos de esta chapa pueden resultarte interesantes.
El joven soltó un suspiro, pero agarró la chapa. La verdad es que, aunque exteriormente se mostrase disconforme, hacía bastante tiempo que quería ayudar, eso sí, siempre y cuando se defendiesen del ataque dementio. Miró entonces los datos y sintió algo de familiaridad en ellos. Recordaba algo, tenía la impresión de que los había visto en alguna otra parte. Por esa razón, no dudó de que fueran ciertos. Una sensación cálida recorrió su estómago.
—Gracias—murmuró, clavando sus ojos plateados en los del capitán—. Os ayudaré.
“Jefferson Fellow. 11.07.2000. AB+. Manhattan, Nueva York”
Durante cinco años de amnesia, la esperanza de recuperar su memoria se hacía cada vez mayor. Tan sólo recordaba haber despertado en Valkyria, le informaron de que era un licántropo y que estaría al cargo del capitán Desmond y que, si quería, podía unirse a la milicia. Pero claro, él siempre ha odiado las guerras porque aquella, precisamente, no la entendía.
Era la primera vez que conocía su verdadero nombre y su apellido. En Valkyria la gente siempre le había llamado Jeff, tal y como lo dictaminó la jefa.

[. . .]

En la gran mansión solo se escuchaban las pisadas apresuradas causadas por unas botas. La joven que los llevaba mantenía su semblante completamente serio, aunque podía notarse el tono extremadamente pálido de su piel, claramente por la situación.
Su cabello azul y largo se mantenía recogido con una diadema de apariencia dorada, justo detrás del flequillo. En realidad, no servía para sujetar demasiado, pero era un adorno para darle más poder a su figura. En su vestimenta, podía notarse que pertenecía a la orden de caballeros de la mansión Rousseau. Y no tan solo un simple caballero, sino la comandante de todos ellos. Sí, aunque pareciese imposible que una mujer llegase a tal cargo, ella lo había conseguido. No por tanto, se trataba de Arienne, la legendaria luchadora que inició toda aquella aventura.
Se paró ante una gran puerta, cerrando su mano en el pomo. Respiró hondo, buscando palabras para darle la noticia a su superior. No sabía cómo le sentarían las nuevas informaciones a la joven, pero tenía que hacerlo. Con decisión, abrió la puerta y anduvo hasta el escritorio de una figura femenina. Esta mantenía su cabello recogido con una cola alta. La tonalidad era parecida a un bonito rojo granate con reflejos rosados. Hacían contraste con su piel blanca y sus ojos verdes.
Nada más llegar a ella, hincó la rodilla en el suelo, mostrando sus respetos. La joven, que no tenía más que diecinueve años, no le prestaba atención. Estaba inmersa en una pantalla flotante que se encontraba delante de sus ojos, como si se tratase de un gran ordenador de avanzada tecnología. Pero era más que eso, la ciencia no era la única que había tomado parte en aquel aparato. Sino la magia.
—Lo sé—respondió la joven, antes de que la caballero pudiese pronunciar palabra—. Álzate.
Así lo hizo. Arienne miró a la pelirroja con el ceño ligeramente fruncido, preguntando cuáles eran sus fuentes para saber lo que había ocurrido sin que ella le hubiese informado.
—Evangeline… Valkyria no se merece esta guerra—murmuró entonces Arienne—. Él sigue siendo vuestro hermano. Podríamos ganarnos un aliado si vos…
—No pienso perdonarle—cortó la más joven—. No por lo que hizo en el pasado, sino lo que hace ahora—ante la mirada atónita de la caballero, prosiguió a explicar—. Su nueva táctica es el chantaje emocional. Y no quiero que le ocurra nada a mi padre y tú tampoco quieres, ¿cierto?
—Está claro que Cédric no encontrará a Raphael—argumentó Arienne—. Y si así fuese, él no se dejaría secuestrar tan fácilmente.
—No es únicamente lo que me preocupa—sus ojos verdes relucieron con un ápice de tristeza—. No deseas que tus descendientes sufran nada malo… ¿Cierto?
A Arienne no le hicieron falta más datos. Reconocía aquella mirada, una mezcla de ternura y tristeza, la cual mostraba constantemente en los pocos meses que estuvieron en Valkyria primitiva, con su descendiente. Era por eso que los vampiros necesitaban una vida solitaria, las personas con las que se encariñaban eran un arma contra ellos.
—Ella ha desaparecido, pero estoy segura de que está a salvo. Raphael nunca permitiría que la elegida sufriese algún daño. En cuanto a él…
—Pensé que estarían a salvo sin recuerdos—interrumpió Evangeline, inmersa en sus pensamientos. Aunque su rostro mostraba la inexpresividad de siempre, en el fondo parecía romperse por dentro.
—¿Y qué pensáis hacer al respecto?
—Ya sabes lo que se dice: ojo por ojo.
Un sonido emergió de la pantalla flotante. La joven se puso tensa.
—Es él.
Arienne se colocó más recta que nunca, pero permaneció callada, intentando que su presencia pasase desapercibida ante la llamada que recibía su superior. En la pantalla podía verse el rostro de un joven bastante similar a Evangeline. Ambos compartían el mismo color de cabello. Si se hablaban a distancia, mostrando los rostros, parecía algo más íntimo. Pero Evangeline quería ver la cara que ponía su hermano ante la noticia que le iba a dar.
—Cédric—escupió su nombre con desprecio—, sabes que no me daré por vencida por más que se ataque.
—Sabes que no soy yo quien está detrás de los ataques de Dementia—dijo el chico, con un suspiro—. Pero he tenido que unirme a ellos para poder hablar contigo, ya que al parecer tengo la entrada restringida a Valkyria de forma legal. Es extraño, ya que ni siquiera tú eres la gobernadora. Uhm…
—Ignórame—le espetó Evangeline.
—Eva… Sabes que estoy arrepentido por el asunto que ocurrió en el pasado. En cuanto a cuando éramos humanos, sé que mi actitud no era bien debida. Y a lo que pasó hace cinco años, te juro que yo no maté a nadie.
—Lo sé, pero me indigna que seas capaz de meter a dos humanos y a mi padre en este asunto. Quizás pudiera haberte perdonado con el tiempo, pero con tu egoísmo…—puso los ojos en blanco—. Eso ya es imposible. Si quieres hacer un favor por mí: retira tus tropas de Valkyria.
—Entérate, no tengo nada que ver con ellos.
Cédric cesó de pedir disculpas y optó por una opción que a todo ser le resultaba más fácil: discutir. A nadie le gustaba admitir sus errores y, aunque el pelirrojo lo había hecho, el orgullo de su hermana no le permitía aceptar las disculpas así como así. Sí, se había equivocado, ambos, pero continuaron en una tensa pelea verbal de afiladas palabras. Arienne continuaba expectante y algo tensa, hasta que finalmente carraspeó un poco y miró a Evangeline. Esta recordó su última baza. Sonrió de manera irónica hacia su hermano. Esto le hizo temer al joven que había algo más.
—Bien—dijo ella, con parsimonia—. Tengo una manera de que dejes el ataque por tu parte.
Sacó un dispositivo tecnológico. Tenía la forma rectangular de un móvil, pero su forma era translúcida. Estaba claro que era un aparato de gran avance, el cual un humano de la Tierra tardaría bastante tiempo en general. Era frágil, como el cristal, pero tenía un sinfín de aplicaciones, todas útiles. De la agenda digital, seleccionó un contacto.
« Capitán Desmond Backus » se dijo en su mente, con una sonrisa.

[. . .]

El ejército de licántropos había conseguido poner a salvo a la gran mayoría de ciudadanos. Estaban faltos de personal. Los dos nuevos que venían detrás de Desmond y Emilie eran Federick y Curtis. Mientras que Federick era un experto en magia elemental, Curtis se encargó de los explosivos. Eran dos gemelos. Una punzada de dolor recorrió el estómago de Jeff, sin saber por qué se sentía a sí. Seguramente tuviese que ver con sus recuerdos perdidos, pero era sólo una corazonada.
Emilie estaba al cargo de las curaciones y Desmond se dedicaba a ordenarlos y de vez en cuando, actuar de protector. Jeff se encontraba un tanto confundido ahí, no sabía qué hacer, así que se situó al lado de Desmond. Sabía defenderse de una forma bastante desenvuelta., el problema es que era inexperto debido a la amnesia y muy joven. Aunque le diese más agilidad, le restaba sabiduría, a pesar de que su lógica y fuerza eran bastante buenas.
Finalmente, cuando vieron que estaban todos a salvo, decidieron esperar a que las aves gigantes o los aviones de Dementia llegasen. A Jeff le habían dado una especie de metralleta, la cual no estaba muy convencido si usar o no. El entorno apestaba a pólvora y eso no le gustaba. Pararon un momento.
—Es extraña la situación—comentó Curtis—. Los dementios aún no han llegado y no ha habido víctimas. Sólo un cielo violeta. ¿Qué pretenderán?
El cielo violeta era señal de que el portal entre el mundo de Dementia y el mundo de Valkyria se había abierto. Desmond se encogió de hombros, aunque se le veía un tanto nervioso. Emilie alzó una ceja, pero no dijo nada. Se dedicó a mirar al horizonte, expectante. Quizás encontrarían la respuesta de por qué Desmond había exigido que hubiese pocas personas.
Jeff arrugó el ceño.
—Es bastante extraño—suspiró, mientras volvía a mirar su identidad en la chapa militar, preguntándose cómo se la habían facilitado al capitán. La localización era lo que más le sorprendía, ya que según lo que había estudiado en la Academia de Bahal Norte, Nueva York era un lugar de la Tierra. ¿Eso significaba que había nacido allí?
Desmond le dio una palmada en la espalda, sacándole de sus reflexiones.
—No pienses—le susurró—. Sólo sigue tu instinto.
Jeff se le quedó mirando, entre atónito y confuso. Tenía un presentimiento. Sabía que su vida iba a cambiar en cuanto aquel ataque Dementio. Lo sabía. Y Desmond parecía extraño.
—¿Qué ocurre, capitán?—el hombre, ante aquella pregunta, le revolvió el pelo. Ante el gesto infantil de Jeff, quien se colocó de nuevo el pelo en su sitio, soltó una sonora carcajada.
—Me recuerdas a mí cuando era joven. Y a mi hijo. Quiero que sea como tú, Jeff.
—No creo que pueda soportar a su hijo, capitán—bromeó el licántropo.
—Lo sé, pero quiero que sea un superviviente. Y en estos cinco años, he visto que eres más difícil de exterminar que las cucarachas.
Jeff rio, aunque la situación no era para estar risueño.
—Jeff—prosiguió el capitán, colocando sus manos en los hombros—. Prométeme que si me ocurre algo, cuidarás de mi hijo. No te lo he dicho, ni tengo autorización para decírtelo, pero quizás esta sea la última vez que nos veamos.
El azabache se asustó ante aquellas palabras. ¿El capitán insinuaba que aquella era una misión de alto riesgo? Abrió la boca para replicar, pero el CDIS de Desmond comenzó a sonar. Este lo cogió y su rostro se puso extremadamente pálido al ver de quién se trataba. Sus rasgos mostraron determinación.
—Llegó la hora—musitó, para después tenderle el dispositivo a Jeff—. Toma, es para ti. Y creo que es importante.
Jeff lo cogió, titubeante. Esperó a que alguna imagen quedase proyectada, pero no había nada. Soltó un suspiro. Su pulso se aceleró. El presentimiento de que las cosas iban a cambiar cada vez se hacía más grande. Era una corazonada, puro fruto de su instinto. Y, a pesar de que no solía hacer caso a esas cosas y pensaba con la cabeza fría, no podía evitar sentirse tenso.
—¿Diga?
La voz tardó un rato en responder, atónita. Pero aquella voz profunda y masculina le trajo una punzada de familiaridad, que le sintió como largas punzadas por todo el cuerpo. Quemaban, pero a la vez…
—Jeff…—musitó una voz rota.

[. . .]

Evangeline observó con algo de pena el rostro de su hermano proyectado en su megaordenador. Sin embargo, era lo que se merecía. El chantaje emocional sólo se pagaba con más chantaje emocional.
—Disculpa…—dijo una voz tras los altavoces. Era una conversación que debía mantenerse entre ellos tres, pero la pelirroja permaneció callada en todo momento, haciendo parecer que los únicos que estaban conversando eran Cédric y la persona tras el CDIS—. ¿Quién eres?
La cara de Cédric no podía mostrar más horror y confusión. Lo había comprobado, no era ninguna treta. Se trataba de Jeff. Arienne miró a Evangeline, pareciéndole que aquello era demasiado cruel. Pero ella no le devolvió la mirada. Sus ojos verdes quedaban clavados en los de su hermano, los cuales compartían el mismo color. Cualquiera que los viera, pensarían que eran mellizos, ya que en ese momento parecían tener la misma edad. Pero no era así. Habían nacido con ocho años de diferencia. Eran cosas del destino.
—Jeff, no puedes olvidarte de mí—dijo el pelirrojo, con desesperación. Soltó una especie de risita, al borde de la histeria y la locura—. No es divertido, déjate de bromas. Pensé que habías muerto… Yo mismo te enterré allí… En Dementia…
—¿De qué me hablas?—la voz sonaba cada vez más horrorizada—. ¿Quién eres tú y de qué me conoces?
Cédric no respondió. Miró a su hermana con frialdad, teniendo una teoría de lo que acababa de ocurrir.
—¡Tú!—bramó—. ¡Tú has hecho esto! Ya te parecía poca tortura tenerme aquí sufriendo en soledad y ahora le borras la memoria como hiciste con esos humanos…
—Cédric, aunque te parezca extraño, yo no tengo nada que ver. Lo de sus recuerdos ha sido pura casualidad. Juro que no hice nada…
—¡No me importa tus juramentos!
—¿Alguien puede explicarme lo que ocurre aquí?—inquirió la voz que procedía del CDIS de Desmond—. Jefa, ¿eras tú?
—Y encima, te conoce… Evangeline, juro que esta me las pagarás todas juntas. Y sabes por quién empezaré la venganza.
La medio vampiresa le miró con horror. No podía usar eso. “Ojo por ojo” se recordó a sí misma. Pero en aquel caso, ella no tenía que ver con la amnesia de Jeff. Cortó la conexión con el CDIS del capitán y el CDIS de Cédric. Se recostó completamente en su sillón, mirando hacia el techo con la tez más pálida que nunca.
—Evangeline…—murmuró Arienne.
—Estoy bien… No debes preocuparte por mí. Tienes algo más importante en lo que pensar, ¿no? Esto ha sido por mi culpa, ahora Elliot estará en peligro por mi imprudencia.
—No es culpa vuestra.
—Y aunque no lo fuera, él no está a salvo. Conozco bien los ataques psicopáticos de mi hermano.
Evangeline empezó a teclear rápidamente algo en el ordenador. Finalmente, se proyectó la imagen de lo que parecía el jardín de una universidad. Ponía en letras grandes “Facultad de Historia, Londres”. Los ojos de la medio vampiresa se clavaron sobre la cabellera blanca de un chico que debía tener su edad. Este se giró un momento. Ver su rostro le causaban punzadas de dolor. Cerró la imagen y se levantó, caminando a paso ligero hacia la puerta.
—¿A dónde os dirigís?—exigió saber Arienne.
—A la Tierra. Tengo que visitar a alguien.