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Rolera profesional desde los 10/11 años. Escritora. Superviviente de Raccoon City. Yo ayudé a Link para salvar a la Princesa Zelda. Tengo la nariz de Voldemort. Loba en busca del paraíso. Amante incondicional del Yaoi. Suke ♥.
lunes, 15 de julio de 2013
No era fuera de lo común ver a una persona dando una vuelta en un carro de caballos en Escocia y mucho menos si se trataba de una pareja como lo eran aquellos. Sin embargo, pasaban por un camino poco frecuentado así que ellos no tuvieron por qué preocuparse para mantenerse  ocultos. Un hombre de aspecto socarrón llevaba a una dama, que mantenía su aspecto oculto por una espesa bufanda y un sombrero, el cual daba tantas sombras que su rostro era casi irreconocible. 
A pesar de que llamasen la atención, lo que querían era integrarse entre tanta gente que pasaba por la calle comercial. Únicamente para encontrar a un grupo de personas entre la oscuridad. Y allí estaban. La figura más alta era femenina. A su lado, podía distinguirse la silueta de un hombre de mediana edad, que se mantenía apoyado en el hombro de otro, algo más alto que él. Pero lo que más destacaba en él no era precisamente su altura, sino su enorme nariz. El carro de caballos paró de repente. La dama, que se encontraba a la izquierda y justo en frente de ellos, se quitó el sombrero. Ante la cara de sorpresa que puso el trío, sonrió. Los cabellos blancos de la mujer le hacían parecer canosa, pero su rostro denotaba su juventud. No debería tener mucho más de veinte años, quizás veintidós o veintitrés. Sus ojos hacían un fabuloso contraste con el blanco de su cabello, siendo las joyas esmeraldas de su bella cara.
Sin embargo, la sorpresa del hombre de mediana edad no fue la juventud de la albina, sino el rostro. Se le antojaba curiosamente familiar. Cuando cayó en cuenta, una mueca de hastío se mostró en su boca.
—¡Tú! ¡Tú maldita cría! ¿Después de causar problemas en mi bosque osas venir aquí? 
—¡Ayrton!—exclamó la mujer alta. Cuando la luz consiguió deslumbrar un mínimo de su rostro, la fea cicatriz de su mejilla izquierda—. ¡No puedes hablarle así, ella…!
—Sí, sé perfectamente quién es ella—el denominado Ayrton escupió al suelo, provocando una mueca de asco del narizotas—. Ella es Cydonia D’Arcangelo. También conocida como la Elegida. Y también la culpable del lío que se armó en mi bosque. Aunque, en cierto modo, su presencia ayudó a librarme de ese enano y de esos lobos NeoDelta… Pero, ¿tú no deberías estar encerrada en tu loquero?
—Yo debería ser considerada una loca… Y tu sobrino debería estar muerto. Ya ves, querido Ayrton, que la vida da giros inesperados—dijo Cydonia, manteniendo una cruenta sonrisa en los labios. Si antes el hombre parecía asombrado, su reacción no tenía nombre.
—¿¡Me estás diciendo que el enano de Jeff sigue vivo!? ¿¡Cómo sabes tú eso!?
—Valkyria—Cydonia miró un momento al cielo estrellada, para bajar la mirada—. Pero no hemos venido a hablar de eso. Me habéis contratado para conseguir información sobre esos nuevos “vampiros” que han aparecido, ¿cierto?
—Efectivamente—el hombre que se encontraba al lado de Ayrton asintió—. Hemos oído tus conocimientos con vampiros y tus hazañas a pesar de tu juventud. Y creo que nos ayudarías mucho si consigues que este anuncio no se nos vaya de las manos… No sé si me entiendes, si el gobierno se entera de la existencia de vampiros las cosas se torcerían demasiado. 
—¡Y sobre todo si se entera Estados Unidos! Ellos sí que podrían exterminar a todos los vampiros, con lo preparados que tienen a sus espías del FBI. Los vampiros puros tendrían que tomar medidas extremas y seguramente la humanidad entablaría una guerra con los chupasangre. 
—Estoy al cargo del riesgo. Dejádmelo a mí y...
Cydonia no pudo terminar de pronunciar la frase. Un disparo se escuchó por todo el poblado. Los siguientes momentos fueron confusos. 
—Cydonia, ese acompañante tuyo… Sabe demasiado—Ayrton sujetaba una pistola semiautomática y apuntaba en dirección al chófer de la albina. La bala colapsó de lleno en la sien, haciendo que el pobre hombre cayese al suelo. Cydonia soltó un grito, no sólo por ver a la persona que le había llevado hasta allí morir delante de sus ojos, sino porque la pólvora había conseguido dañarle a la mirada. Cogió las riendas de los caballos y se dispuso a marcharse de allí, aun sintiendo el picor en los ojos.
Llevando el mando del carro con mucho esfuerzo, sacó su teléfono móvil del bolsillo, llamando a su número de emergencias. Nathaniel.
—Nath, no preguntes y escucha—gruñó la albina, intentando poder sujetar con el hombro el dispositivo mientras tomaba las riendas del carro—. Ve a Inglaterra. Mira si Elliot está bien y pide ayuda a Alex. Ya te lo contaré más tarde.
Y dejó caer el teléfono, el cual se partió en pedazos nada más colapsar con el suelo.

[. . .]

Derek esperaba con impaciencia la llegada de Elliot al lugar citado. Posiblemente sólo se haya retrasado poco más de un minuto, pero el neozelandés estaba excitado por el curioso caso vampírico. Cuando el albino llegó, hizo ademán de comenzar a dar saltos de alegría, pero ver a otra figura a su lado le hizo ponerse completamente pálido.
—¡Elliot!—exclamó, una vez se acercó a ellos—. ¡Te dije que no metieses a Anouk en esto!
La chica del mechón azul chasqueó la lengua.
—¿Meterme en qué? Yo sólo vengo porque Elliot me dijo que me ibas a invitar a comer pescado y marisco, ¿O es que no es verdad?
Derek miró al albino, quien mantenía una sonrisa en los labios. No sabía qué hacer. Se debatía entre darle un abrazo por brindarle una oportunidad estupenda de estar con Anouk o pegarle una bofetada por meterla en un asunto como aquel. Aunque parecía que era el único que iba a tomarse todo en serio. 
—¡Venga, a disfrutar de la cita!—rio Elliot, afable, mientras le daba una palmada a Anouk para que se acercarse a Derek. Él se marchó de allí lo más rápido posible, pensando que se había librado de hacer una estupidez. Aparte de que ayudar a su amigo en cuanto al tema de su amada le hacía sentir mejor persona. Respiró hondo, teniendo la mente limpia de toda preocupación. Hasta que escuchó la conversación de un chico y una chica que pasaban justo a su lado.
—Los planes se han torcido un poco—dijo la fémina, de voz aterciopelada e increíblemente dulce a los oídos del albino—. Gustave, informa a mi padre de que la reunión será cancelada.
—De acuerdo, madame.  
—Te he dicho que no me gusta ese término
Elliot se paró en seco, girándose a los dos desconocidos. La voz de aquella chica… No podía reconocerla, ya que iba de espaldas, llevando como prenda una simple sudadera gris y falda negra. Aquel estilo no se le hacía familiar, pero cuando aquella extraña se giró al sentirse observada, lo entendió todo. Aquellos ojos verdes, esos mechones escarlatas que se asomaban majo la capucha…
No pensó en lo que le dijo Derek, sino que en otra cosa. Los recuerdos vinieron a él, como si le golpeasen con una maza. Las nieblas en su memoria se habían disipado, mostrando la realidad de sus recuerdos.
« Eva »
Ella también le había reconocido. No pensó en nada más que correr, que correr al comprenderlo todo. Ya no tenía nada más que recordar, sólo quería buscar nuevamente aquella carta. Leerla y releerla de nuevo. 
Al fin y al cabo, su hermana no estaba loca. Y Eva aún seguía con vida. 
La pelirroja, en cambio, hizo ademán de correr tras él, pero soltó un suspiro de hastío al ver que era más rápido y aquello no haría más que atraer sospechas de los transeúntes. Dio una patada a la pared más cercana.
—¡Maldición!
—¡Madame!—le reprendió Gustave, ante su reacción soez. Evangeline entornó los ojos.
—Me ha descubierto—gruñó, ignorando al mayordomo—. Y ha recuperado la memoria.

[. . .]

—¡Hola, Elliot! ¿Ya has vuelto…? Eh, ¡espera! ¿A dónde vas con tanta prisa?
—¡Se me ha olvidado hacer una cosa, papá!—se excusó el albino, subiendo las escaleras de su casa a una velocidad de vértigo. Tenía que recoger sus cosas y marcharse de allí cuanto antes. El hecho de que Philip rondaba por la casa hacía las cosas más difíciles, pero tenía que buscar a Cydonia. ¿O volver a por Evangeline? La cabeza le dolía a horrores de tanta confusión y lo único que quería eran respuestas. Y saber por qué no recordaba nada de lo ocurrido. Lo único que deseaba era volver a como todo era antes. Aunque los vampiros estuviesen a su alrededor, él era feliz. 
Comenzó a meter ropa dentro de un macuto. “No, mejor que sean dos” se decía, a la vez que hacía las maletas. Con poco equipaje, dejando sus figuras de acción y sus pokémons atrás. Pero había algo más importante: limpiar la reputación de su hermana. Por culpa de la amnesia habían pensado que estaba loca y se marchó de casa. Muchos les dan por perdida, pero él sabe que está viva. Y en un estado claro de cordura. ¿Cómo pudo Cydonia recordarlo todo antes que él? ¿Y cómo pudieron privarle de todo recuerdo de aquella aventura?
Estaba confundido y furioso. Cerró la cremallera del macuto con violencia, mientras se colgaba otra bolsa del hombro y se disponía a bajar las escaleras con la misma velocidad que las había subido. Si su padre se interponía, le haría un placaje. Total, él los abandonó y ahora recuerda cómo. Pero, ¿qué pasó con los demás? Es lo que continuaba preguntándose a sí mismo. Quizás encontrase respuestas en el bar Los Leones. Recordar aquella noche tan hermosa no le hacía más que provocarle dolores de cabeza. 
Una figura delgada se puso justo en frente con decisión, extendiendo los brazos. Elliot procedió a la operación “Dejar a mi padre K.O”, pero entonces Philip alzó los brazos en su contra y pronunció unas palabras en un idioma que no entendía. Una fuerza empujó al humano contra las escaleras sin darle tiempo a reaccionar. Como si se tratase de energía estática, estaba pegado a la superficie, sin poder moverse en absoluto. Quiso preguntar, pero las palabras se rompían al intentar salir de su garganta.
—No te marcharás—dijo el hombre. Sus ojos marrones tras las gafas de cristal parecieron brillar con puro fuego. 
—Papá… ¿Qué has hecho?—consiguió articular. 
Philip abrió la boca para hablar, pero la puerta del hogar se abrió repentinamente. Unos hombres de rostro cubierto irrumpieron, rodeando a padre e hijo. Elliot trató de incorporarse como pudo, pero sintió unas fuertes manos agarrando sus brazos e inmovilizándole. Habían sido siete personas exactamente las que entraron en la casa. Las cosas cada vez se hacían más confusas y  
—Viejo, el algodón se va con nosotros—pronunció uno de ellos.

[. . .]

Como bien dijo el desconocido, Jeff no tuvo muchos problemas en llegar a Dexeria oeste. Las torres de teletransportes eran cómodas por una parte, ya que podías marchar de un lugar a otro de Valkyria en un abrir y cerrar de ojos, siempre que cada torre estuviera conectada. Sin embargo, el licántropo se encontraba entumecido después del viaje. 
Las calles de Dexeria oeste eran bastante más irregulares que las de Dexeria central. Había escuchado que era un lugar de caos, donde solían traficarse esclavos o haber infinidad de peleas. Pedía explicaciones a los ciudadanos que tenían pinta de ser legales, aunque cuando se acercaba no hacían otra cosa que huir. Posiblemente hubiesen pensado que era un bandido. Hacía ya muchas semanas que no se daba una ducha, estaba lleno de suciedad y olía a pólvora y sudor. Su cabello estaba descuidado y ya hasta llegaba a tapar los ojos. A pesar de que hubiera dejado la metralleta que le habían dado, su aspecto era temible. Unos pocos se paraban, no sin algo de temor, a darle las indicaciones que el joven precisaba. 
Tampoco dejó de recibir las llamadas de aquel desconocido perteneciente al cuerpo de Dementia. Le había mandado a buscar una taberna, argumentando que él estaría ahí. 
« Así que quiere que nos encontremos, ¿eh? » se dijo, pensativo « Debo estar alerta a cualquier cosa que haga. No sería de extrañar que trajese consigo refuerzos. Me estoy metiendo en un terreno peligroso »
Siempre podía tirar el dispositivo, romperlo o dárselo a otra persona. Pero el hecho de que aquella persona supiese de su pasado no era más que una tentación para encontrarse con él.
—¡Los mejores esclavos traídos desde todas partes de Valkyria!—exclamó un hombre barrigón y de mal aspecto. Estaba elevado sobre una caja de madera para hacerse oír entre la multitud. Jeff soltó un suspiro de puro hastío, ni siquiera quería ver lo que estaba ocurriendo allí. Odiaba la situación en la que se sometían aquellas pobres personas, pero no podía hacer nada ni tenía el dinero suficiente como para liberarles. Antes de empezar a sentirse poca cosa en un mundo de destrucción, decidió marcharse mientras las subastas de personas iniciaban. Sin embargo, hubo unas palabras que consiguieron quedarse de piedra.
—Y aquí tenemos a un muchachito ejemplar. Puede parecer enclenque, ¡pero no es nada más ni menos que el hijo del famoso capitán Backus! Y admiren este sedoso pelaje. Aparte de que es muy manejable, ¡sólo tiene trece años!
Jeff intentó hacerse paso entre la multitud, deseando que aquello que acababa de escuchar fuese sólo un farol y no la realidad. Comenzó a dar saltos para ver quién era el esclavo subastado. Pudo ver unos cabellos rojos y orejas de gato. Es lo único que consiguió divisar. Su piel se volvió tan blanca como las nubes, sintiendo que había perdido la respiración y la vida. Y en ese momento, recordó las palabras de Desmond.
« Cuida… de Christian… »
Un quejido se escuchó, acompañado del sonido de un cascabel. ¿Por qué tenían que vestirlo así, como si se tratase de una mascota de verdad? Seguramente era para adornar y escuchar cuando quería escaparse. Apretó los puños con rabia, sintiéndose impotente ante la situación. ¿Qué podía hacer?
Sólo quedaba una cosa: perder el control.

[. . .]

—Viejo, el algodón se va con nosotros—pronunció uno de ellos.
Elliot aún no cabía en su asombro. ¿De verdad estaba ocurriendo todo aquello? Pero la pregunta que no dejaba de hacerse a sí mismo, era más bien un “¿por qué ocurre esto?”. Encontraba a Evangeline, recuperaba la memoria… Y ahora querían raptarle. Era horrible. Aquellos brutos no hacían más que apretar su aguante, a lo que el albino soltó un quejido de dolor.
—¡Dejadle!—anunció una voz femenina y firme de la nada—. No podemos usar otro ataque de amnesia contra él, su mente se ha fortalecido.
La mirada de Elliot se centró en aquella figura que vio por la calle, aquella pelirroja encapuchada que en aquellos momentos se encontraba pasando por la puerta de su casa.
—… Eva…
—Pero, madame… —respondió uno de los vasallos, el cual sujetaba a Elliot junto a su compañero.
—Hacedme caso o sufriréis las consecuencias—sus ojos verdes parecían desprender llamas—. Soltadle e id a por el otro.
—¡Espera!—Elliot se levantó de las escaleras una vez los secuaces le hubieron soltado—. ¡No puedes hacerle daño a mi padre!
—Esta persona no es tu padre—suspiró Evangeline.
—¿¡De verdad puedo creer a la persona que tuvo que ver con mi amnesia!?—exclamó, hecho una furia. Ante esto, los guardias de la medio vampiresa se pusieron a cubierto, pero esta con un gesto les informó que les dejase hablar—. ¿¡Puedo confiar en la persona que me dejó sólo después de haberme prometido estar a mi lado!?
Y era cierto. Ahora que lo recordaba todo, entendía aquella carta y en su memoria permanecían clavadas las últimas palabras de Evangeline. Esta permaneció en silencio unos segundos, para después acercarse con lentitud hacia él. Las expresiones de su rostro eran tan nulas como siempre, pero Elliot fue capaz de percibir una mezcla de rabia y frialdad aquella vez. Antes de poder advertirlo, Eva le asestó un fuerte golpe con su puño. A pesar de su baja estatura y su aspecto enclenque, su condición de vampiresa le daba una gran fuerza. Elliot acabó impulsado hacia atrás.
—No entiendes lo que es estar al borde de la oscuridad, pensar que vas a morir y que no volverás a ver a tus seres queridos—murmuró con un hilo de voz—. Los humanos sois una panda de egoístas, sólo pensáis en vosotros mismos sin daros cuenta de lo que ocurre a vuestro alrededor.
Y lo había vuelto a decir. Declarar que los humanos eran únicamente egoísmo puro… Es lo que dijo Evangeline cinco años atrás. Pero esta vez, Elliot no pensaba quedarse callado. 
—¡Eh!—exclamó un secuaz—. ¡Philip se marcha!
—¡Corred! ¡No dejéis que se escape!—ordenó Eva, haciendo que las siete personas que habían irrumpido en la casa saliesen de allí, dejándola a solas con Elliot. La vampiresa fue a clavar su mirada ante la presa, retándole a replicar. Pero Elliot había desaparecido. Segundo después, apareció nuevamente bajando las escaleras nervioso y con un papel entre sus manos. 
—¡Míralo!—le espetó, colocándolo justo frente a los ojos de la medio vampiresa—. ¡Es lo que escribiste hace cinco años! ¿Acaso piensas que una persona que no es humana es capaz de escribir esto?
Eva leyó la carta detenidamente, con frialdad en el rostro. Después se la tendió a Elliot. 
—De niña era demasiado sensible—suspiró—. Mira que dejar la vida rindiéndome… Qué estúpida era.
Elliot aún no cabía en su asombro.
—Pero esa carta es ajena a lo que va a ocurrir—Eva le miró fijamente—. Elliot, tienes que creerme. Él no es tu padre. Tu padre ya no está aquí y créeme que no volverá. No puede volver. Y esa “persona” sólo quería utilizarte.
—Si como bien dices no es mi padre—cosa que Elliot aún no creía—, ¿quién era?
—No tengo ni idea, pero por tu propia protección teníamos que detenerle. No te preocupes por el sustento económico, yo misma me encargaré de darte los mismos lujos que tenías antes de que las cosas se torcieran. Así que quédate en casa y sigue con tu vida como si fuera normal. 
—Pero… Yo quiero buscar a mi hermana… Iré a buscarla digáis lo que digáis.
—¿Qué pasará con los profesores? ¿Qué escusa se pondrá esta vez para que faltes tanta tiempo a la universidad? ¿Otro secuestro? Y también están tus amigos, ¿no crees que se preocuparán?—Eva puso los brazos en jarra—. Llamarías mucho la atención si te marchas ahora, así como así. Piénsalo.
—Además, Cydonia está bien—pronunció una voz ajena a los dos jóvenes.
Elliot se giró hacia la puerta, apunto de soltarle una maldición a aquella persona que había osado entrar porque sí. Estaba cansado que la gente entrase en su casa porque sí y sobre todo para decir algo como aquello. Era imposible que Cydonia estuviera bien y ¿qué sabía esa persona? Pero al ver ese rostro…
—¿Nathaniel?—preguntó, nada más reconocerle. La situación era muy, pero que muy incoherente.

[. . .]

La taberna de Dexeria oeste rezumaba un ambiente sumamente asqueroso. Se decía que dementios se reunían ahí. Normal de un lugar tan caótico como lo era aquel. Había un par de borrachos jugando a las cartas en una esquina, aunque más que jugar no hacía nada más que pegarse a gritos y amenazar con iniciar una pelea. El tabernero tampoco era demasiado legal que digamos, había rumores sobre las deudas que tenía. 
La única persona que tenía un aspecto más o menos decente se dedicaba a permanecer sentado en una de las mesas del fondo, mirando hacia el exterior de una ventana, como si esperase a alguien.
—Oye, tú, pelo tomate—le espetó el tabernero, haciendo referencia al color de la cabellera del muchacho—. Si no vas a tomar nada ya te puedes ir a tomar viento en otro lado.
El aludido le lanzó una mirada asesina, pero no dijo nada. Soltó un suspiro y procedió a salir de allí. Si la persona citada no iba hacia la taberna, tendría que buscarla él mismo. Y tenía su localización, pero le decepcionaba el hecho de que no estuviese ahí.
—¡Oh, por Vell!—exclamó una de las transeúntes, que se marchaba corriendo de allí junto a unos cuantos más.
—¡Hay que evacuar este lugar!—un hombre de mediana edad cogió al pelirrojo por los hombros y empezó a agitarlo—. ¡Un peligro inminente!
—¿Peligro inminente?—el muchacho soltó una carcajada—. ¿No estáis acostumbrados a los peligros aquí en Dexeria oeste?
—¡Sí a los humanos, pero no al ataque de una bestia! ¡Corre por tu vida, medio vampiro!—y el hombre salió corriendo. El chico soltó un suspiro, reflexionando sobre lo que acababa de decir. Y comenzó a atar cabos.
—¡Para que después digan que yo me meto en líos!—bufó después de darse cuenta de lo que estaba ocurriendo. ¿Una bestia? ¿De qué otra persona podía tratarse?
Aunque fuese un asunto serio, se encontraba feliz porque su encuentro se acercaba. 

3 comentarios:

Rose Perza dijo...

Me encanta el cap pero Eva fue un poco dura no me lo esperaba de ella

Anónimo dijo...

Mola, no lo he leído antes, porque no tenía tiempo y la largura me daba pereza xD Lo siento

Rose Perza dijo...

¿Cómo es posible que la madre de Christian no se diera cuanta antes de que su hijo lo habían secuestrado?